En España, el yerno del rey Juan Carlos hizo grandes negocios “operando”, como se le llama en México…
Armaba negocios al traficar con sus influencias, la cesión de contratos de todo tipo, desde construcción hasta proveedurías.
¿Quién se negaría a una recomendación del mismísimo yerno Su Majestad?
Bueno, hubo quien no solamente se negó, sino que lo denunció.
Y ahora, el tal Undargarín está procesado, pero su esposa, la Infanta Cristina está a punto de ser llevada al banquillo de acusados, en calidad de cómplice de los negocios sucios de su marido.
España, debo decirlo, se debate en el parteaguas de castigar la corrupción que le acecha… que le ronda…
Los casos de un Alcalde en Valencia que entregaba contratos a cambio de regalos…
O de los concejales que votaban a favor de otorgar permisos a negocios ilegales, a cambio de generosos depósitos en sus cuentas bancarias.
No se ha necesitado crear una Ley contra la Corrupción… Ha bastado con aplicar la existente.
Al menos los españoles luchan por romper la cadena corrupta que le agobia en medio de su peor crisis financiera.
No es que quiera comparar…
Sólo digo que cuando uno se acostumbra a la corrupción, entonces esa clase de negocios por los que se pudiera procesar a la Infanta, se vuelven normales… son parte de la operatividad oficial.
Y al normalizarse, no falta quien no solamente se cuelga, sino que además -como diría Chis Chás- además se columpia.
Es más fácil ir de la normalidad corrupta hacia el exceso corrupto.
