Es la moda; quien desee ahora hacer desmanes, desórdenes, tropelías, asaltar transeúntes , tomar la Torre de Rectoría de la UNAM y las instalaciones de la Universidad de la Ciudad de México, efectuar estropicios en edificios públicos, quemar sedes de partidos políticos, en fin, lo que sea, tiene derecho a hacerlo, de acuerdo a nuestros raros usos y estrafalarias costumbres.
En México, andar encapuchado significa obtener de parte de las autoridades patente de corso; puede hacer lo que quiere, incluso delinquir sin ser detenido.
El salir a la calle encapuchado, debiera tipificarse como delito; leve, si se quiere, pero lo suficiente para ser detenido y remitido a la cárcel para que el Ministerio Público lo califique.
Con mayor razón si – además – comete delitos.
Urge legislar al respecto; los diputados deben proceder de inmediato para poner en la ley que todo individuo que ande en la vía pública encapuchado incurrirá en una infracción que hará que los policías lo detengan de inmediato.
Quien se oculta tras una capucha, inferimos, trata de infringir la ley, sin duda.
¿Se acuerdan de los desmanes efectuados en la ciudad de México, durante la Toma de Protesta del Presidente Peña el uno de Diciembre?
¿Se acuerdan que hubo un muchacho que perdió un ojo por un artefacto lanzado por ellos mismos; un petardo? Aquella “primera víctima del nuevo Gobierno”, según el Diputado Monreal.
Pues ese pelafustán anda entre quienes tienen tomada la Rectoría en la UNAM; se trata de gente acostumbrada a hacer esas barbaridades; son profesionales de asonadas públicas; alguien los financia y protege, sin duda. Los desmanes de Chilpancingo lo hicieron maestros encapuchados.
Lo sucedido en el Estado de Guerrero es muestra de que en México priva la ley de la selva; que son permitidas las peores atrocidades sin que alguien sea detenido por alterar la paz social o por hacer estropicios a granel; las escenas de terror de éstos criminales dieron la vuelta al mundo, exhibiendo a México como muestra de la permisividad que gozan éstos grupos delictivos.
Ahí está mi propuesta; calificar como una violación de la ley, a toda persona que aparezca en la vía pública o en edificios gubernamentales o escolares con capucha, paliacate, máscara o algo que oculte su rostro; tienen la palabra los legisladores, sobre todo, los asambleístas del D. F. que nos tienen acostumbrados a hacer leyes al vapor, como aquella que cambiaron – en un día – para favorecer a los que cometieron desmadres el uno de Diciembre.
También las imágenes de aquel desmadre fueron exhibidas en todo el mundo vía Televisión.
Ese cambio “ a la carta” de las leyes de la ciudad, lo hicieron para que salieran de la cárcel los detenidos por sus excesos; significa que quienes tienen poder, están a favor de que se sigan cometiendo graves delitos contra edificios públicos y privados en completa inmunidad.
Ahí está mi propuesta para quienes se ostentan como “representantes del pueblo”.