En los últimos días hemos visto un repunte de esos usos y abusos de la libertad de expresión que son las marchas, manifestaciones, bloqueos, pintas, plantones, y demás variantes de este folclore tan mexicano. No es que no exista en otras partes del mundo, pero en México lo hemos llevado a extremos bastante curiosos. Las marchas magisteriales en el estado de Guerrero han sido bastante representativas. No negamos que sus demandas tengan alguna razón de fondo, y que deban ser consideradas con seriedad. Pero lo que se exige a gritos, ensordece. No sabemos cómo están tomando esos hechos el ciudadano guerrerense. No deben estar felices de ver a los educadores de sus hijos abandonando las aulas y actuando con un frenesí digno de una camisa de fuerza. Pero desde otros ámbitos de la República, hace más ruido la violencia desatada por los maestros guerrerenses, y poco o nada se logra vislumbrar de sus demandas.
Los ataques han sido sistemáticos y casi cotidianos. Los maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero, se amparan en la libertad de expresión y asociación, un derecho consagrado en nuestras leyes. Sí, pero además se amparan con palos, piedras y vaya usted a saber qué otro tipo de armas convencionales o no.
La réplica oficial ha sido más bien débil. Se ha intentado negociar, pero por las razones y culpables que usted quiera, no se ha llegado a ningún acuerdo permanente. Lo mismo pasó con los estudiantes encapuchados que tomaron la Rectoría de la UNAM. Ni negociaron, ni fueron desalojados. Las autoridades, tanto policiacas como universitarias, tienen un miedo enorme a tocar “con el pétalo de una rosa”, la sagrada Libertad de Expresión. Finalmente, los encapuchados y presuntos estudiantes universitarios, optaron por dejar la Rectoría, no sin antes dejar plasmada su “libre expresión” en pintas.
Curioso es el caso de los maestros y otros gremios que intentaron instalarse en el Zócalo. Se toparon con una policía local muy decidida a impedir el plantón, y decidieron “hacerle el favor” a las autoridades metropolitanas y federales. Se fueron a “plantarse” a otro lugar, pero sólo mientras dure la visita del presidente Obama. Dicen que esto indica su disposición al diálogo. Pero esa decisión no implica diálogo sino un acuerdo frívolo para guardar las apariencias.
Aquí en Nuevo León no escatimamos en marchas y protestas. No son tan frecuentes ni tan agresivas, pero no dejan de ser escandalosas. Lo vimos ayer en la manifestación de trabajadores de casinos y otros antros de giros negros, exigiendo la reapertura de sus centros de trabajo en Monterrey. Muy lícita su exigencia de trabajar, pero muy cuestionable cuando para trabajar se incumplen leyes. Además, claro, de que la sola existencia de esos giros implica un riesgo de contaminación con algunos tipos de delitos… y varios de ellos de naturaleza bastante grave.
Por lo pronto, y en el caso de Monterrey, la respuesta oficial ha sido firme. Dice la alcaldesa que sólo se cumplirá con las leyes. Además, fue bastante astuta la alcaldesa al recomendar a los trabajadores descontentos, que exijan a sus patrones que cumplan las normativas, aunque sea pos trabajar con un mínimo de seguridad.
Así es esto del folclore mexicano de la Libertad de Expresión. Siempre tan parcial y tan a modo de quienes protestan. Y siempre, o por lo menos en la mayoría de los casos, al final las demandas justas se pierden en la estridencia, el grito y la agresión.
ENFOQUE MONTERREY en Radio Beat, 90.1 FM
Lunes a Viernes a las 13 horas