Nada contento debe de estar nuestro flamante Presidente Enrique Peña Nieto después del espaldarazo abierto que le han dado grandes empresarios del país, en el que sobresale el cierre de la planta en Chilpancingo, Guerrero, de Coca-Cola, a consecuencia del clima de inseguridad e impunidad que se vive a nivel local y nacional.
Y es que los escándalos en los que se han vistos envueltos los altos jerarcas del gobierno no dan para menos. Casas de millonarios adquiridas con un proveedor federal que se lleva grandes y jugosos contratos hacen que cada vez se destape más la cloaca en que se manejan los altos mandos.
Las situaciones que dan pie a la inseguridad que vivimos que no han sido resueltas, cuando desde campaña, la promesa era limpiar a México de todo crimen que pudiera afectar el buen vivir de quienes habitan y trabajan en nuestro país, los muertos y desaparecidos por secuestros y por su conexión con la delincuencia organizada, las bocas que han sido calladas por su rebelión ante los sistemas corruptos e impunes que nos gobiernan, han llegado al tope y al grado de que abiertamente una parte empresarial importante manifieste su desagrado al Presidente y su manera de conducir las riendas de este país.
Desde que empezó el sexenio nos han manejado con espejitos: pantallas digitales en hogares precarios, tablets en escuelas primarias federales, internet en zonas rurales, apoyos y despensas que la mayoría de las veces van a parar a manos de los familiares próximos de las personas encargadas de distribuirlos, apoyos a micronegocios que la mayoría de las veces solo sirven para que el interesado de vueltas y nunca obtenga respuesta favorable, entre otros.
El gobierno federal no debería, sino que TIENE la obligación de dar una respuesta inmediata, activa y positiva acerca de todos los problemas que nos esta acarreando la mala administración de recursos y obligaciones a los titulares de las diversas áreas que involucran la seguridad, economía y gobernación del país. No puede ser concebible que mientras se preocupan por dotar de despensas e internet, tengamos una canasta básica por los cielos, imposible de cubrir por el salario mínimo que, ridículamente, nos aumenta unos pesos cada año, y el precio de la gasolina y diesel con precios risibles para un país productor de petróleo como lo es México. Mientras tanto, ellos disfrutan abiertamente en mansiones espectaculares para sus ingresos, se dan la oportunidad de viajar en un avión extremadamente costoso (a costa de nuestros impuestos) y les importa un bledo la situación en la que tienen al país que dirigen.
El desplegado firmado por los empresarios no es cosa de archivarse, es un foco rojo de que nuestra economía, ya de por sí devaluada y desgastada, va en picada. Las estrategias para solucionar este problema deben de establecerse de manera inmediata, porque de lo contrario estaríamos enfrentando un “enricazo” antes de terminar el sexenio actual.
