La elección del pasado proceso electoral de México, del 4 de julio en el 2010, para renovar al titular del Poder Ejecutivo de las Entidades Federativas de Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas, fue una Jornada histórica en muchos aspectos, por un lado, arrojó un desfase entre los resultados de la jornada y las encuestas previas.
Falló el pronóstico de todas las encuestas, incluyendo las de salida, que vaticinaban diferencias de hasta 13 puntos, como luego lo demostró el Programa de Resultados Preliminares PREP. Fallo el pronóstico respecto al número de ciudadanos que acudirían a votar, en Durango y Veracruz -de un 40% a un 54%-. Algo sucedió con una proporción importante de electores que ya no están dispuestos a compartir el sentido de su preferencia, y no podemos ignorar este hecho.
Hace 6 años el marcador para el PRI, fue de 9 a 3. Estos nueve Estados, que ganó, eran gobernados por el PRI. Si bien es cierto, el PRI recuperó los estados de Zacatecas (15 años de perredismo), Tlaxcala (un sexenio de panismo) y Aguascalientes (un estado altamente panista), por otro lado, pierde tres estados (Oaxaca, Puebla y Sinaloa), que son de los más poblados del país (en especial los dos primeros), jamás habían sido gobernados por otro partido y los tres fueron ganados por ex priístas. Si bien es cierto, que el PRI ganó la mayoría de los estados además de recuperar los ya mencionados, la alianza PAN-PRD, le arrebató entidades mucho más pobladas, que representaron mayor presupuesto y sacó del poder a dos caciques como es el caso de Ulises Ruiz (Oaxaca) y Mario Marín (Puebla).
¿Volverán a fallar las casas encuestadoras?
¿Se repetirá lo atípico de la elección del 2006?
La elección, del próximo 5 de junio junto con la de 2017, seguramente perfilara la elección presidencial. Lo veremos.
Ya Cantó El Gallo