El control político y financiero que heredó Alfonso Martínez Domínguez cambió radicalmente y el gobernador Jorge Treviño se preparaba a enfrentar al poderoso líder cetemiste Raúl Caballero Escamilla, en el ya lejano 1985.
Diputado federal por el Estado de México, Sócrates Rizzo veía como el entonces presidente, Miguel de la Madrid, pedía personalmente al experimentado Luis M. Farías mediar en la política de Nuevo León.
Pero para 1986 los escenarios cambiaron y en esa coyuntura el rizzismo avanzaba. Para 1987 el parteaguas en el PRI causó tremendo cisma en el equipo treviñistas cuando el entonces Secretario General de Gobierno, Lucas de la Garza se fue a seguir a Cuauhtémoc Cárdenas.
Él salinismo se apoderaba del país y Rizzo García tenía ya estructura, mientras Treviño trajo a Natividad González Parás, triste herencia que hipotecó Nuevo León, a manejar la política interna.
En diciembre de 1987, con primer Pacto de Solidaridad Económica, el salínismo marcaba ya rumbo y el poder de Treviño Martínez se diluía en la guerra del agua, con la presa Terreros.
Presidente estatal del PRI, Rizzo fue nombrado candidato a la alcaldía de Monterrey desde donde comenzó a construir sin problemas su candidatura a la gubernatura.
Los tecnócrata se apoderaron del país y pululaban los economistas, mientras los políticos se dieron con todo durante tres años.
Por su parte, Treviño Martínez empezó a utilizar créditos para terminar la línea uno del Metro e iniciar la construcción de la presa El Cuchillo.
Finalmente, ya alcalde Rizzo, sintió la noche del 16 de septiembre de 1988 como el huracán Gilberto destrozaba la ciudad y como las nuevas aguas se llevaron cualquier obstáculo político.
«Ahí te encargo, Sócrates» fue finalmente el destape salinista al futuro gobernador de Nuevo León.
Él rizzismo brillaba en lo alto, poderoso, radiante.
