A raíz de los trágicos acontecimientos que hemos vivido hay algunas preguntas que estremecen mi cabeza…
¿Cuáles son las raíces de este problema que ha escalado a niveles inimaginables como si fuera una epidemia?
¿Cómo fue que llegamos a este punto?
¿Por qué los ciudadanos han perdido todo respeto hacia las autoridades?
¿Cómo les explicamos a nuestros hijos toda la violencia en la que estamos viviendo?
¿Cómo justificarles la muerte de tantas gentes inocentes llámense policías, soldados, o ciudadanos comunes?
Podemos decir que hay miles de motivos que mueven a las masas a revelarse en contra de las autoridades y viceversa. Pero ninguna de estos motivos justifica tanta sangre derramada a diestra y siniestra.
Anglosajones, afroamericanos, latinos, asiáticos, hindúes, y demás razas quienes vivimos en este país tenemos el mismo color de sangre y compartimos deseos comunes tales como oportunidades de trabajo, vivienda digna, bienestar familiar y sobre todo paz.
En esta la llamada “Tierra de Oportunidades” ¿dónde fue que nos perdimos como sociedad democrática libre y soberana?
Muchos opinan que la culpa de todo la tienen aquellos que poseen armas y que deberían de ser reguladas mas estrictamente, sin embargo personalmente y sin afán de tomar partido quiero señalar tres puntos.
1.-El rompimiento del núcleo familiar.
La familia es conocida como la base de la sociedad y al perder la visión de esto, terminamos con un índice de divorcio altísimo y por ende la “base” en la que nuestros hijos están parados se rompe y con ello se destruyen entre otras cosas, la economía debido a que se vive con un solo ingreso el cual provoca inestabilidad, presión, tensión y hasta problemas sicológicos al no tener ni siquiera las necesidades básicas.
Por otro lado si se tiene el privilegio de tener a los dos padres en casa, generalmente las parejas nos afanamos tanto con darles “lo mejor a nuestros hijos” como el mejor juguete, la mejor ropa, las mejores vacaciones, lo mejor de lo mejor… Y con esto mismo también perdemos la base familiar porque no convivimos con ellos el tiempo suficiente para guiarlos, formarlos y sobre todo corregirlos.
Esto por consecuencia nos da niños emocionalmente abandonados que debido a los largos tiempos que pasan solos, ó niños materializados que lo único que les importa es tener el último juguete o gadget de moda sin importar cómo obtenerlo.
2.-La falta de respeto y culpa.
Cuando hablo de la falta de respeto me refiero a todo en general. Hoy en día ni siquiera los padres (quienes deberíamos de ser para los hijos la mayor autoridad) podemos disciplinar a “chancla limpia” sin temor a ser arrestados y esto es bien sabido por nuestros hijos quienes al saberse “apoyados” por las leyes, llegan en ocasiones a regir la casa mas que nosotros mismos.
De igual manera en las escuelas a diario se vive la falta de disciplina y cuando un niño llega a ponerse violento casi lo premian para que se calme y no provoque mas problemas. Mientras que al buen alumno de alguna manera se le tiene rezagado.
Ahora bien al hablar de culpa me refiero a los padres que tenemos dos o tres trabajos para solventar los gastos del hogar, y que cargamos con una culpa imaginaria al no estar presentes en la vida diaria de nuestros hijos que cuando hay necesidad de disciplinar preferimos ignorar el hecho para no lidiar con la situación y no desperdiciar por decirlo así las pocas horas que convivimos con ellos.
3.-La intolerancia
Hoy en día vivimos tan deprisa que no toleramos ni el mas mínima provocación cuando explotamos, por decirlo de alguna manera, hasta por lo mas simple. La intolerancia nos lleva a repudiar a aquel o aquellos que no comparten nuestras ideas, gustos y forma de pensar o de actuar a tal grado que los rezagamos o hasta llegamos a ser violetos en casos extremos como lo hemos visto mas frecuentemente.
Con todo esto dicho y mucho mas que podríamos exponer; ¿cómo podemos retomar el camino perdido?
Primero hay que regresar al punto uno y retomar el rol de Padres en toda la extensión de la palabra. Tenemos que disciplinar y reprender a nuestros hijos y ser constantes en nuestras reglas y sobre todo cuando son merecedores de un castigo hacer que lo cumplan.
No permitamos que sean otros quienes tengan que corregir cuando hacen algo indebido. Seamos los justicieros mayores y hagámoslo con amor sin llegar a querer ser “su mejor amigo” como hoy se estila mucho en la sociedad.
Regresémosle al maestro en la escuela, el apoyo incondicional que tenían en tiempos pasados, el respeto como una de las figuras más importantes en la vida de nuestros hijos quienes de hecho ya pasan el mayor tiempo del día con ellos. Démosle de nuevo el poder de disciplinarlos sin el temor a ser atacados por ellos o aún más por los propios padres.
Ayudemos a nuestros hijos a que entiendan la importancia de las autoridades y el respeto que merecen y obliguémoslos a respetarnos primero a nosotros y después a sus semejantes.
Dejemos el consumismo al lado que es quien nos tiene envueltos en esta idea de tener, tener y tener sin importar el sacrificio y crucifixión del verdadero «bien familiar».
Enseñémosles que la tolerancia es la base de todo que hay gente de diferentes razas, con gustos diferentes y con puntos de vista diferentes y que al igual que nosotros solo buscan ser felices y vivir en paz.
*Periodista regiomontana radicada en el área central de Texas.
