Comienza un nuevo año escolar y miles de mexicanos dan por terminadas sus vacaciones de verano regresando a Estados Unidos con el corazón dividido, como dividida está su vida, entre sus tierras de origen y “el otro lado”.
Personal docente, los estudiantes y sus familias se preparan en todo el país para reintegrarse a sus labores en las aulas escolares.
Los maestros vuelven a sus entrenamientos sobre los nuevos métodos de instrucción, estrategias para organizar sistemáticamente los salones a modo de hacer eficiente las clases durante el tiempo de enseñanza, recomendaciones sobre los procesos de disciplina que serán implementados en caso de ser necesario, y mas provistos por parte del Distrito Escolar de cada condado.
Así mismo, padres de familia adquieren uniformes en caso de ser requeridos por la escuela, ropa, zapatos, mochilas, útiles escolares entre otras cosas, para los niños a modo de hacerles más placentero el inicio de un nuevo año escolar.
Sin embargo, el comienzo de clases no se limita solo a los maestros y padres de familia. Para los profesores es importante abordar los retos a los que miles de niños se enfrentan año con año y que para muchos pasan desapercibidos pero que los afecta de manera sustancial durante toda su vida.
Primeramente, hay que mencionar que entre los estudiantes de origen mexicano que acuden a clases en este país, existen varias categorías, aunque solo mencionaremos dos.
Primero, los estudiantes que nacen aquí siendo la primera generación de “ciudadanos americanos” pero que sus padres son inmigrantes indocumentados, grupo que muchas veces son enviados por sus padres a México durante las vacaciones de verano, con chaperones y en ocasiones hasta solos para visitar a sus familiares y conocer sus raíces.
Mas al llegar allá, no son tratados como el común de los chicos pues son considerados como “niños del otro lado” y en caso de no hablar el idioma son hasta rezagados.
Y segundo, el de los alumnos que nacen en México y que son traídos por sus padres desde muy pequeños sin documentos y de forma ilegal, huyendo de la pobreza, falta de oportunidades, violencia, entre otras causas y como siempre, persiguiendo el “Sueño Americano”.
En este grupo los niños sufren al no tener la oportunidad de volver a sus lugares de origen, debido a su estatus migratorio, pero sin entender completamente el porqué de esto y viven con el constante deseo de regresar a ver a sus abuelos, tíos, primos y la tierra que los vio nacer.
Así que de igual manera estos niños nacidos en Estados Unidos o en México tienen dificultades de adaptación cultural y social al no sentirse del todo “americanos” ni del todo “mexicanos” mas bien un tanto “despatriados”.
Unos al ser “forzados” de alguna manera cuando se les envía a México para “preservar sus raíces” y muchas veces sin tomar en cuenta si los menores tienen deseos de ir o no y los otros al ser “arrancados” de todo lo que ellos conocieron hasta que los trasladaron aquí con el afán de darles “una mejor vida”
Así que podríamos decir que estos estudiantes sufren de los mismos males, uno de ellos, el sentirse “ni de aquí ni de allá” y el otro, la “barrera del idioma”, puesto que en casa se les hablan solo español debido a que en la mayoría de los casos, los padres de familia no saben hablar inglés o por el afán de preservar el idioma de sus ancestros en el núcleo del hogar.
Por ende esto ya los pone en desventaja en comparación con otros alumnos en su escuela al no solo tener que adaptarse al sistema educativo sino al mismo tiempo aprender otro idioma como quien dice a rajatabla.
Mientras que para los maestros es un reto el tener que enseñarles inglés, los conocimientos básicos regulares y así cumplir con el currículo para completar satisfactoriamente el año escolar.
Por fortuna y para beneficio de los alumnos, los Distritos escolares tienen programas de apoyo que hacen mas fácil la transición en cuanto a la barrera del idioma y el sistema educativo americano.
Sin embargo, nada se puede hacer en cuanto al “vacío emocional” que les deja el tener que dividir su corazón, mente y vida, entre dos naciones.
Ahora bien, la pregunta es para los padres de estos niños a quienes les arrebatan el sentido de pertenencia a una u otra patria.
¿Vale la pena perseguir “el sueño americano” o “conservar las raíces” aun cuando con esto estemos criando niños que al final de sus vidas pierden ese sentido de pertenencia a una patria o como dicen por ahí terminan siendo “ni de aquí ni de allá”?
¿Que será de estas generaciones de estudiantes que al final de la Preparatoria y llegar a la vida adulta nunca se sintieron pertenecientes a una Patria u otra?
Podemos decir que para los niños que tuvieron la fortuna de nacer en Estados Unidos el futuro es un tanto alentador puesto que a pesar del “vacío emocional” por la falta de pertenencia a su patria podrán, si así lo desean, tomar los beneficios que otorga el país y estudiar una Carrera Universitaria.
Sin embargo para aquellos estudiantes inmigrantes indocumentados, la realidad es totalmente diferente ya que al terminar sus estudios básicos, las posibilidades de asistir a las diferentes Universidades son casi nulas, debido a los altos costos de estas y a que no son elegibles para ninguna ayuda de programas federales de ayuda financiera.
A pesar de que el Presidente Barack Obama implementó diferentes programas como Dreamers Act (Desarrollo, Alivio y Educación de la Ley de Menores Extranjeros) y el DACA (Consideración de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) estos beneficios son temporales ya que no otorgan una residencia legal definitiva a estos estudiantes y pueden ser revocados el próximo año por la nueva administración electa en caso de no estar de acuerdo con ello.
Finalmente niños y adolescentes tendrán que sufrir las consecuencias de las decisiones de sus padres y de un Gobierno que no se pone de acuerdo en cómo realizar una reforma migratoria y a nosotros como sociedad tendremos que pagar las consecuencias de estas generaciones que tienen sus sueños divididos entre dos patrias.
*Periodista regiomontana radicada en la zona central de Texas.