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Golpe de Timón

En la soledad de su rancho, alejado del bullicio de la política que atosiga y hostiga, Jaime Rodríguez Calderón tendrá tiempo de reflexionar sobre la situación que atraviesa un gobierno «Independiente» reprobado por la ciudadanía, que va dando tumbos y navega a la deriva sin rumbo fijo.

Con un «capitan del barco» extraviado, confundido y titubeante, sin brújula ni cartas de navegación para encallar la embarcación en puerto seguro. Mala la cosa.

Al cumplirse un año de tomar las riendas de Nuevo León, el «Gobierno Bronco» se diluye en medio del escándalo de la corrupción, con una sequía de obras públicas trascendentes, «abatido» por la inseguridad galopante y un rosario de promesas incumplidas.

Pero lo más grave. con un Gabinete inútil, carente de oficio y novato, que llegó a servirse de las mieles del poder y no a servirle a los nuevoleoneses, sus verdaderos patrones.

Para muestra varios botones:

Empecemos por Manuel González Flores el ínclito Secretario de Gobierno, un tipo, altanero, prepotente y egocéntrico que se cree la última banana en la jaula de los changos.

Es el niño chiflado de la administración que, contrario a sus funciones, «dinamitó» los puentes por donde su jefe el gobernador habría de transitar para mantener una buena y respetuosa relación con otros actores políticos del Estado.

Marrullero, se peleó con los diputados del Congreso local y con las organizaciones no gubernamentales que exigen congruencia y critican al gobierno, pero que al fin de cuentas son un termómetro del sentir ciudadano.

«Desgraciadamente a Manuel es al único que escucha y le hace caso el Bronco», me confiesa un funcionario de una dependencia de gobierno, uno de los pocos leales a Jaime Rodríguez y que desde su trinchera está dando buenos resultados.

Seguimos con Roberto Flores, el polémico Procurador de Justicia del Estado ludópata recalcitrante cuyo único mérito fue llevar de la mano a el Bronco a los «altares» de la Gran Logia y convertirlo en masón.

Identificado y simpatizante de un poderoso Cartel del Narcotráfico, frente a sus narices se ha incrementado la violencia, los asaltos y los secuestros.

«Es una percepción falsa de la ciudadanía», alega Flores con cinismo, mientras las ejecuciones, las privaciones ilegales, los atracos y las estafas siguen a la par de sus declaraciones.

Vamos ahora con el Doctor Manuel de la O. El partero de cabecera de la familia Rodríguez Calderón quien por sus servicios de «comadrona» se sacó la lotería y fue colocado como el manda más de la Secretaria de Salud de Nuevo León.

Desde el puesto y apoyado por su amanuense un tal Emilio Jaques, se ha dedicado a extorsionar a los casineros y restauranteros bajo la aplicación amañada de una Ley Antitabaco. El galeno es un neofito en el puesto pero nos salió uña larga.

Que decir de Esthela Gutiérrez titular de la Secretaría de Educación, una mujer soberbia y caprichosa que ha manejado la dependencia como su feudo personal.

La «Lady Dobletes» llegó al cargo dejando un tufo de corrupción a su paso, empezando con el doble cobro de sueldo en la UANL y el manejo discrecional de los recursos del Estado.

Insensible «rompió lanzas» con el magisterio y a pesar de su posición natural ha sido desacreditada por los propios maestros de Nuevo León que no la quieren de interlocutora sentada en la mesa de negociación para dirimir diferencias.

«Se quedó en no saber del ejercicio público», reconoció el Bronco al resumir el desempeño de la funcionaria, quien se ha convertido en un lastre en su administración y en un cero a la izquierda en Educación.

El «Zar Anticorrupción» Ernesto Canales Santos es otro espécimen que está pasando con más pena que gloria por el Gobierno «Independiente» embarrado por su débil actuar en el «Cobijagate» y exhibido por su novatez jurídica en el caso Medina.

Y como bien lo dice el colega periodista, José Jaime Ruiz en su columna Disensos:

Ernesto Canales Santos despilfarró su propio prestigio en diez meses: el Bronco lo usó y abusó de él. Mendigante de lo que le resta de años, Ernesto ha sobrepuesto su vida privada a su responsabilidad pública, ha enterrado las posibilidades de meter a la cárcel a la familia Medina, ha exonerado vilmente a Rogelio Benavides Pintos y, por ineptitud o a conciencia, ha multiplicado la corrupción e impunidad. Ernesto perdió su calidad moral y destrozó la legalidad y la justicia en Nuevo León.

Dejamos para el final a Fernando Elizondo Barragán, un figurón que ha devenido en figurín en este gobierno que todo lo pudre.

El «remero» de la lancha que va a ninguna parte ha sido mal utilizado y su prestigio de antaño se derrumba a pedazos al ser cómplice silencioso de las corruptelas impunes de esta administración.

Ex Secretario de Estado, ex gobernador de Nuevo León, ex Senador y ex Tesorero Estatal, su larga trayectoria poco le ha valido. Las intrigas palaciegas alentadas por Manuel González
Flores lo han disminuido y su pomposo puesto de Coordinador Ejecutivo del gobierno existe solo en el papel en la práctica está atado de manos y nomás no encaja en el Club del Bronco.

Ahí están pues, los personajes más visibles y prominentes del Gabinete que se han visto envueltos en la polémica o el escándalo que bien podrían ser removidos si Jaime Rodríguez Calderón tiene la voluntad de dar un verdadero golpe de timón a su embarcación para salvarse de un naufragio político inminente.

Claro, todo depende de que el Bronco no haya ido a su rancho a echarle agua a los Nogales y a cabalgar en «Tornado» su caballo consentido.

Esperemos que haga una genuina catarsís que le permita enmendar el rumbo de su gobierno y que regrese con la espada desenvainada a cortar cabezas prominentes que están dañando la gobernanza y consumiendo el capital político que aún le queda y que le depositaron en las urnas más de un millón de nuevoleoneses.

Renovarse o morir, así de simple.

«Mi compadre es terco como una mula, para el solo sus chicharrones truenan», me comentó un día un paisano de Galeana del Bronco, que lo conoce bien y convivió con él desde la infancia.

Ojalá que esa terquedad, no lleve al gobernador a realizar solo cambios superficiales en su administración para que todo siga igual.

Que le llegue la iluminación necesaria y que haga propias las palabras que acuñó el entonces gobernador Eduardo A. Elizondo al remover a su Secretario de Educación cuando dijo:

«Me podré equivocar al nombrarlos, más no me equivocaré al cesarlos».

Que así sea.

 

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