Hace un par de semanas llegó a mis manos un artículo de The New York Times en el que se hablaba del retorno de las nuevas parejas al arreglo matrimonial por tradición: la mujer administra el hogar, mientras el hombre se encarga de proveer.
Lo que llamó mi atención no fue el artículo en sí, ya que resultaba bastante convencional. Lo que hizo que ese texto se quedara a rasguñar mis pizarrones ha sido la forma de presentarlo.
El autor califica este retorno a la configuración tradicional de los papeles de la pareja como “un freno, tal vez un paso atrás, en el movimiento por la igualdad de género”.
Esta afirmación, así como la misma igualdad de género presenta problemas varios, y si las décadas que han cosechado diversas conquistas del feminismo no los han resuelto, tengan por seguro que yo tampoco tengo una solución para ellos.
Te pregunto, lector: ¿por qué es un paso atrás, por qué las parejas que deciden este arreglo atentan contra los logros del feminismo? Yo no tengo ni idea, porque aceptar o justificar esta premisa sería colocarle a las labores del hogar una etiqueta poco agraciada.
Vengo de un hogar muy tradicionalista, en donde el valor de una mujer comenzaba por sus conocimientos en la administración del hogar. A partir de ahí, podría hacer lo que quisiera. Pero aspirar a una educación y una carrera y desdeñar el cultivo de tu hogar te descalificaba como mujer. Eran otros tiempos, lo sé.
Pero hoy en día pareciera que esta medida de valor está patas arriba. La costura, el tejido y otros primores están desapareciendo. Se ejercen sólo si son la manualidad de temporada. Somos las reinas de la pistola de silicón.
Hay que comprender una cosa aquí: el derecho a un trabajo remunerado no es el único por el que se ha luchado desde hace más de un siglo. Es una gran y loable conquista, pero lo que verdaderamente debería estar al alcance de hombres y mujeres por igual es la capacidad de elegir, y que sus elecciones no los pongan en una situación de desventaja.
Además, alguien debe ocuparse de los hijos. Porque eso de que los abuelos se encarguen los descalifica como seres humanos. ¿O qué, la equidad de género no cuenta para los viejos?
Las guarderías tienen un horario y un límite de edad, y aunque ofrecen las atenciones elementales, están muy lejos de dar la formación que desearíamos para los nuestros.
Para mí, es el mayor problema que ha permanecido sin resolver en esto de tratar la atención al hogar y la familia como una papa caliente: ¿y los hijos?
En fin: mucho se queda en el tintero, y como lo comenté antes, hasta ahora no hay verdaderas soluciones.
Lo que sí te digo es esto:
En casa o formando parte de la población económicamente activa, pensemos los unos en los otros con mutuo respeto, aportemos a esta vida como nos nazca del corazón, que todo paso dado con buena conciencia es un paso hacia adelante.