El mejor profeta del futuro es el pasado.
– Lord Byron
Unas líneas románticas, para comenzar este viernes:
Érase una vez, en un tiempo muy, muy lejano y un lugar muy, muy cercano, un chico y una chica que se amaban; sin embargo, la historia particular de cada uno hacía casi imposible que su relación prosperara.
En una de las largas conversaciones que sostuvieron acerca de sus frágiles lazos, la chica expresaba su preocupación por el futuro, y el chico, tomándole las manos, le contestó: “Escucha: aquello que queremos y todo lo que podemos llegar a ser juntos, ya lo tenemos, pero está más adelante: sólo tenemos que llegar ahí”.
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Comienzo mi reflexión del día con esta anécdota, porque ilustra el sencillo camino hacia la realización de todos los sueños: tener la paciencia para llegar a la meta.
Todo cuanto queremos nos está esperando al final del arcoíris, pero tenemos que andar el camino, poner un pie delante del otro, y saber esperar a los resultados.
Ayer escribía sobre cómo cada nueva generación parece venir con menos paciencia, y cómo vivimos la era dorada de lo inmediato. Buscamos soluciones mágicas para nuestros problemas; cada vez desdeñamos más los procedimientos que involucran un esfuerzo o un cambio de costumbres a largo plazo.
La red está llena de artículos que prometen deshacerse de una cantidad considerable de kilos en menos de una semana, el aprendizaje de una lengua en menos de un mes, y el control del Universo con sólo el poder de desearlo.
Hace un par de años, llegó a mis manos un libro titulado “El secreto final para obtener absolutamente todo lo que quieras” –en serio, así se llama– y, después de algunas páginas dedicadas a despertar la curiosidad, comparten por fin el secreto: estar dispuesto a hacer lo que sea necesario para lograr tu objetivo.
Aclaro: El libro explica más adelante que lo que cuenta es la pura disposición: no tienes que hacer físicamente todo lo que tu intención –y sentido común– te dicten porque, de alguna manera, tu acción estorba; es decir, debes estar dispuesto a hacer, pero sólo estar dispuesto.
Todos queremos vivir una vida satisfactoria. Todos deseamos felicidad y éxito en los proyectos que armamos en nuestra cabeza. Pero la vida no espera, y mientras tus días se dedican a la búsqueda del Secreto Final, estás dejando pasar lo mejor del camino.
Para el que sale diez minutos antes de su hora de entrada y va creando, auto por auto, el infame tráfico regiomontano; el que se cuela en las arterias viales a último momento; el que se adelanta en cualquier cola; el que abandona una dieta o una rutina de ejercicios a vuelta de semana porque no luce como modelo; el que inscribe al hijo pre-psicópata al karate y piensa que automáticamente se le va a componer… sólo tengo una pregunta: ¿en serio?
Ni echarle el auto encima al que tienes enfrente te va a hacer llegar a tiempo al trabajo, ni una pastilla te va a devolver a tus veinte años. ¿Quieres el éxito en tu vida? Define lo que quieres y trabaja por ello. ¿Deseas un cuerpo esbelto y buena salud? Cambia tus hábitos en forma definitiva. ¿Sueñas con una ciudad menos contaminada y con un mundo mejor? Afina tu auto, camina más, recoge la basura y sé un buen ciudadano, por favor.
Recuerda: todo lo que quieras ya lo tienes: sólo debes llegar hasta ahí. Sin trampas.