Ninguna persona a lo largo de la existencia de la historia humana registrada y no, ha quedado exenta de vivir las sensaciones que el aproximarse a alguien que le resulte atractivo le generen ciertas regiones cerebrales y que dadas las características del sistema reproductivo humano es regido por una biología que involucra una serie de hormonas responsables en buena medida de promover la formación de familias, el crecimiento poblacional por medio de la procreación y la interminable lista de obras literarias versadas en historias de amor.
Es un hecho casi consumado; sin todo el oropel que el enamoramiento involucra, el romance queda reducido a una serie de reacciones bioquímicas que tienen lugar en el organismo, teniendo sede principalmente en el cerebro y no en el corazón como se insiste en la obra de autores como Corín Tellado.
Las reacciones orgánicas que se presentan cuando se da la aproximación entre dos personas que se atraen son variadas. La pupilas se dilatan, la piel se eriza, algunos órganos aumentan la presión sanguínea y el cerebro se convierte en el vertedero de una serie de sustancias, que han sido mencionadas de forma cada vez más frecuente en artículos médicos especializados desde hace más de diez años tras cobrar relevancia en la medida que se comprende su importancia en el comportamiento de los individuos durante el proceso de vincularse y posteriormente involucrarse en una relación de pareja, más aún que se vinculan con algunos tipos de padecimientos o condicionantes de vida psiquiátricos (esquizofrenia o autismo) así como de algunos tipos de cáncer. En su conjunto, desencadenan un proceso que a su vez pondrá a trabajar entre otros organismos al sistema inmunológico y al sistema límbico.
El límbico es responsable de liberar la oxitocina, hormona que produce placer emocional, confianza o celos, estimula la producción lactante y genera emociones como lo es la empatía, altruismo o generosidad y compasión, regula el miedo además de controlar la irrigación sanguínea durante el alumbramiento. Su origen es el hipotálamo, se almacena en la hipófisis y se distribuye por circulación. A mayor cantidad de oxitocina, el sentimiento de unión a la otra persona es fortalecido. La oxitocina es el neurotransmisor responsable de hacernos sentir correspondidos.
Otra sustancia mencionada frecuentemente es la serotonina responsable de los estados de ánimo, ya que produce sensaciones de optimismo, estimula la sociabilidad y reduce la agresividad. En niveles bajos o cuando escasea en el organismo, se presenta un estado de depresión y es responsable de generar la obsesión. Luego está la dopamina otro neurotransmisor que produce euforia y energía presente cuando los individuos experimentan la presencia de otro individuo en sus vidas. Se le vincula al bienestar que genera la recompensa, la ingesta de alimentos y el sentido de supervivencia.
Todo el conjunto de hormonas que se liberan durante el enamoramiento juegan un papel en el organismo particularmente mamífero. En el caso del ser humano, sus efectos como los de cualquier otra sustancia ocasionan que los organismos involucrados tiendan a desarrollar resistencia y que aquel sentimiento de júbilo vaya disminuyendo de forma gradual, con lo cual no es de extrañarse que el desgaste de una relación se vincule a una descompensación resultado de una reducción considerable de estas sustancias en alguno de los dos.
Al final del día, nuestros seres amados y nosotros mismos, terminamos siendo sangre, carne y huesos, y no tanto aquello que los romances de leyenda nos acostumbraron a creer. No es fácil admitirlo, pero como un ejemplo podríamos aducir que de no haber sido por estas sustancias y de haber sobrevivido Jack hubiese terminado siendo abandonado a los pocos días por Rose, luego de ver las condiciones de pobreza extrema en la que tendría que vivir luego de arribar a Norteamérica; Romeo hubiese emigrado a otra ciudad lejos de Julieta, donde se habría contagiado de peste y Julieta hubiese terminado en un matrimonio arreglado a conveniencia propio de la época además de que Yoko no cargaría con el estigma de haberle dado el golpe de gracia que acabo con los Beatles.
Ocurre entre los grandes y entre nosotros los mortales mundanos. Muchos de los grandes enamorados de hoy serán los protagonistas de los expedientes jurídicos del mañana.