La noche es de muñones y de amigos ausentes. Tengo frente a mí el último libro de Javier Valdez, titulado «NARCOPERIODISMO. La prensa en medio del crimen y la denuncia». A Javier lo acaban de asesinar el pasado 15 de mayo de 2017, lo ultimaron de 12 balazos en una calle de Culiacán cuando salía de su trabajo en «Ríodoce». Yo no conocí personalmente a Javier. Sí a su trabajo de cronista de ausencias, de muertos en vida, de venenos esparcidos por las calles sinaloenses y más. Sí a su narrativa imprescindible del dolor que no acaba, del sudario como segunda piel; sí a su narrativa de los que quedan, de los presentes huérfanos de familiares y amigos; de los presentes con el pozo como destino buscando la justicia que nunca llega, escarbando en busca de los suyos en los cerros mexicanos, escarbando donde sea, en el país entero, sufriendo la indiferencia de miles y la ineptitud aberrante de las autoridades o su complicidad vendida al mayoreo! El país en jaque, país de muñones sin las manos de los que amamos. Aquí no sobra nadie y podemos redimir los horrores … algunos.
Abrí al azar el libro que me había resistido a comprar y mi mirada -cómo puede ser?!- cayó sobre un nombre: ROBERTO MORA. Me quedé helada. Respiré profundo. Tomé un sorbo de café y recordé la primera vez que Roberto habló conmigo en «El Diario de Monterrey». Alto, delgado, entró a mi oficina y me dijo:
– Delia, quiero pedirte que entrevistes a alguien. Cómo andas de chamba? Puedes?
– Claro que sí, respondí. De quién se trata?
– De la cuñada de Luis Donaldo Colosio.
– Ah! Ok, cuando me digas la contacto.
Salió de mi oficina apresuradamente diciéndome al cruzar la puerta:
– Al ratito te paso su teléfono; es para hoy.
Recién habían destapado a Luis Donaldo como candidato del PRI a la presidencia, era una entrevista de portada y sonaba muy interesante.
A la media hora Roberto, el jefe de información, regresó todo acelerado y me dijo:
– Siempre no; voy a mandar a alguien más.
– Bueno … contesté.
Se me quedó viendo a través de sus lentecitos y entre risas escuché:
– Es la primera vez que alguien no me reclama en una situación así. No es cierto, te estaba tanteando. Tú vas a hacer la entrevista.
Yo pensé: mira qué cabrón, pero me cayó bien. Trabajamos juntos varios proyectos en un marco de respeto y compañerismo. Nos caímos bien y siempre reconocí su trabajo honesto, puntilloso y exigente. Aprendí mucho a su lado.
Con el nombre de un amigo abre Javier su libro. Mi compañero incluido en una crónica de un autor anónimo: «Tamaulipas y el periodismo del silencio». El título dice, si no todo, mucho de lo que ahí ocurre desde hace más de 20 años. Y en la página 29 del libro se lee: «… director de El Mañana de Nuevo Laredo, Roberto Mora, asesinado en 2003 cuando llegaba a su casa». No dejo de preguntarme por qué Javier no corrigió esta fecha, ya que a Mora lo asesinaron de 26 puñaladas, un 19 de marzo de 2004.
Inteligente, combativo, comprometido con la verdad, a Mora lo asesinaron por sus denuncias contra el narcotráfico y por evidenciar una serie de corruptelas.
Roberto Mora García murió hace 13 años. Entonces era Gobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington (1999-2005), quien se encuentra actualmente preso luego de ser ubicado en Italia pese a la serie de cirugías plásticas que se hizo. Está acusado de delincuencia organizada y de operaciones con recursos de procedencia ilícita.
El exgobernador de Tamaulipas hasta el cuello, mi antiguo compañero asesinado durante su gestión y nuestro cronista anónimo dejándonos claro la infiltración de las redacciones por halcones del narco, lo que hace imposible informar con veracidad. Los narcos llamaban a las redacciones y determinaban qué nota iba y en qué espacio, qué fotografía y sus dimensiones y, dentro de muchos diarios tenían su «jefe de información» a modo, que daba instrucciones a editores y reporteros.
Entonces no había redes sociales, pero para los que ahora preguntan y se enojan por qué no sale ni una línea de ciertos hechos mientras en el facebook, por ejemplo, circula a toda velocidad el hecho con fotos y videos, aquí está la explicación: los narcos tienen infiltrada la prensa de Mataulipas, como algunos le llaman al estado, según afirma el anónimo escritor.
«Cada cártel impuso su línea editorial, sus incentivos a las mejores notas y también las peores … Los cárteles de la droga se metieron a las redacciones, a los foros de televisión, a las cabinas de radio».
En medio del miedo y la desconfianza de los propios, los reporteros no tienen muchas opciones. Es así como el cronista anónimo nos dice cómo muchos reporteros de la llamada «nota roja» terminan por convertirse en «panochones».
«El panochón es el reportero que al atestiguar un hecho del crimen organizado, los delincuentes lo ubican y amenazan». Muchos aprenden a callar y se convierten en agentes de prensa del crimen organizado; otros deciden contarnos todo, como Roberto Mora, como Javier Valdez, como Miroslava Breach, como … Como much@s otr@s con nombre y apellido que están vivos arriesgándose por contarnos las verdades. Mis respetos.
Tamaulipas es, desde hace años, un estado sin ley donde muchos municipios a las 8 de la noche parecen pueblos fantasmas. Sólo los narcos circulan en sus camionetas haciendo lo que les da su chingada gana sin autoridad que se atraviese.
En el 2006, apenas dos años después de que asesinaran a sangre fría a Roberto Mora, «El
Mañana de Nuevo Laredo», recibió un granadazo e hirieron a un reportero de policía. La empresa dejó de publicar notas policiacas y muchos reporteros simplemente abandonaron su trabajo.
«Durante casi seis meses no apareció la sección policiaca en el rotativo … y algunos de sus directivos se fueron a Laredo, Texas». Todo esta historia con la que abre Javier su texto está narrada por un reportero anónimo que cierra la crónica con una confesión contundente:
«Yo, desde la redacción, sigo observando la batalla. Aprendí a ser un panochón, no un héroe». Estar en la mira de una AK147 dobla casi a cualquiera …
