«Luz roja es la luz, luz de neón…». No, no es solamente el intro de la canción «Kumbala» de Maldita Vecindad. Es toda una descripción gráfica del ambiente que prevalece en ese lugar. Me invitaron para dar fe de lo que acontece en esas cuatro paredes donde los deseos más escondidos y perversos de la gente decente se vuelven realidad. Y así, nada más, por escribir esta humilde columna que habla de todo y nada, es que pude llegar al oscuro – pero no prohibido ni ilegal- mundo regio del swinger. Un mundo cada vez mas visible y menos estigmatizado.
Contra toda imaginación en mi mente, la realidad es muy diferente: no todo es sexo desenfrenado. Entrando, una puerta con seguridad, una mujer que toma tus datos y pide a otra que te guíe -anfitrionas, les llaman-, al interior de una casa transformada en lo que una pareja, ya sea abierta o no, anhela: área de bar, área de música suave, cuartos a media luz, cuartos oscuros y privados. Mi peor-es -nada y yo decidimos quedarnos en la barra para observar todo el paronama. La mayoría parejas entre 25 y 50 años, conviviendo y conversando. Después de un rato el anfitrión anuncia que empieza fiesta. Muchas parejas suben al «playroom» que no es más que un cuarto a media luz con camas y sillones kamasutra donde dan rienda suelta a sus deseos, todos contra todos heterosexualmente hablando entre hombres. Con las mujeres, todo es permitido.
El erotismo se desborda. Las mujeres bailan a sus parejas. Observan. Platican. Si es viernes, quienes deseen agregar a un hombre soltero a sus fantasías lo podrán hacer sin problema. Las mujeres solas (unicornio, les dicen) acuden cualquier día de la semana que el club abra. La mayoría de las chicas casadas anhelan tener relaciones lésbicas, me preguntó por qué tanta curiosidad. Pero al final son gustos. Hacemos lo que cualquier pareja hace la primera vez que acude: observar. Somos simples vouyeristas. Otra de las fantasías que aquí convergen, sólo ver y no tocar.
Se me ha pasado el tiempo estudiando a las personas que están presentes. El anfitrión regresa conmigo; es un extranjero preparado y muy relacionado. En ese rato he conocido a personas de la farándula y política local pero todo queda en el anonimato. ¿Qué ganaría yo dando a conocer sus nombres? Después de todo, lo que hacen está dentro de la ley. No ofenden a nadie, no lastiman a nadie. Es un ambiente consensuado. ¿Qué lo disfrutan? Es obvio. ¿Qué todo el tiempo se comportan como lascivos? Para nada. La mayor parte de la noche transcurre en pláticas, mucho tiempo a mi parecer porque pensaba que esto se trataba sólo de tener sexo y ya. ¿Volvería? Sí, definitivamente es un lugar donde hay plática, música y hotel, un lugar donde puedes tener obesidad y ponerte ese vestido entallado que en otros lados es sinónimo de burla. Aquí no. Aquí nadie cuestiona tu físico pues para eso estas en confianza, para ser tú sin inhibiciones. Indispensable cuando tienes hijos en casa y no hay espacio para la intimidad. Me agradó el respeto y me traje muchas historias.
