La frase que da pie a esta columna que no es precisamente de humilde opinión -porque yo si me cotizo alto-, seguramente ha sido escuchada, leída o incluso utilizada por mi público lector. Para quien aún no identifica cómo es que se aplica en alguna conversación, le explico: cuando en una discusión, debate o comentario en las redes alguien quiere desestimar la opinión de otra persona (por lo regular es de hombres hacia mujeres o un sector vulnerable) o burlarse de ellos, le manifiesta un orondo “ya siéntese, señora”, para hacerle saber que le resta seriedad a sus palabras y de pasada, querer silenciarle. De verdad que a veces me sorprende la falta de imaginación de estas generaciones actuales que creen que tratando de callar a una persona se ganan las discusiones y obtienen su insignia de “usuario destacado”.
Me parece sumamente misógino, machista y estereotipado el uso de esta frase y para lo cual le detallo el punto: misógino y machista por querer silenciar a las mujeres, porque les molesta que una fémina tenga presencia, voz y atención, ya que esa fragilidad masculina es tan débil que también se quiebra ante las opiniones de las mujeres; porque al usarla, pareciera que solamente las señoras reclaman, se enojan y protestan, invisibilizando que no hay edad requerida para expresarte, como si las jóvenes solteras y niñas no pudieran manifestarse por cualquier medio y hacerse notar. Al decirle que se siente, implícitamente admiten que cuando una mujer tiene reflectores y llama la atención, se sienten chiquitos y piensan que si la altura es más baja, la boca o los dedos se quedan automáticamente en silencio. Al parecer nadie les ha informado que las mujeres nos expresamos sentadas, de pie, acostadas, en flor de loto o de cabeza. La posición no es limitante.
Lo estereotipado de esta frasecita es que además de querer adjudicar como algo negativo que las mujeres se hagan notar, resulta risible que piensen que solamente las féminas que cumplen la etiqueta mental que le otorgamos a la palabra señora (mujer casada, con hijos y de mayor edad), es capaz de reclamar y manifestarse con tanto hincapié. Y que ser señora es algo negativo, malo, ofensivo. Que se asocia con la edad el término, porque ser llamado vieja o viejo es considerado insulto en nuestra sociedad, sinónimo de inservible, que no tiene capacidad de llevar un debate serio y su opinión es de segunda, porque pensamos que solamente lo hacen por necedad y no por conocimiento. Asociamos cuatro conceptos para la formación de un insulto: ser mujer, ser casada, ser vieja y estar sentada. Un combito nada agradable cuando se desmenuza exactamente la intención de esas tres palabras.
En lo personal, no pocas veces alguien ha querido desestimar mi opinión mandándome a sentar y callar. Pero terca que soy y al fin una hija rebelde del patriarcado, siempre les demuestro que posando mis glúteos cómodamente en una silla también suelo manifestar mis ideas y la voz me da para más: ni sentada, ni de pie ni dormida soy capaz de quedarme en silencio. Defiendo mis puntos de vista y no cedo si lo que veo no es más que el ego floreciente de un macho que no acepta cuando la discusión ya no tiene sentido. Porque si pone atención verá que cuando esta frase no surte el efecto esperado y las mujeres seguimos exponiendo nuestras palabras, los hombres escalan al insulto. Y no los culpo porque no es más que un reflejo de las conductas adquiridas de la crianza paternal; cállate, siéntate y si no entiendes, te agredo a golpe o castigo. Al final, son víctimas de sus propios traumas que cargarán por generaciones hasta que quienes no nos quedamos en silencio logremos entrar en su cabeza y modificar el chip. Así que, no nos vamos a sentar, señor.
