Hace unos días, cené con un par de amigos. Entre los alimentos, las bebidas y la plática, de repente nos dimos cuenta que el rato se nos fue volando de tan ameno que era el momento. «Ahora el tiempo se va más rápido, sin darnos cuenta ya nos faltan tres meses para acabar el año», comentó mi amiga, agregando que los días parecen tener menos horas porque a nadie le alcanzan para realizar todas sus actividades. Me quedé divagando un rato sobre el porqué de pronto nos parece que en lugar de 24 horas, los días parecen tener 16. Mi deducción fue que no son menos horas sino la etapa generacional de la tecnología lo que nos hace sentir que el tiempo se ha pasado muy rápido.
Inmersos en el uso del celular y los dispositivos móviles, no tenemos conciencia de los minutos que les invertimos o de los que perdemos. La semana pasada estaba cocinando y puse un platillo en el horno, vi el montón de platos sucios y pensé en lavarlos mientras esperaba que la comida se cocinara. Tomé mi teléfono celular para verificar la hora y poner la alarma que me avisara que el tiempo de horneado se había completado pero se me ocurrió abrir mi Facebook y media hora después los platos seguían sucios y yo no había soltado mi móvil para nada. Sin quererlo, ya había perdido 30 valiosos minutos de mi día y los deberes domesticos seguían acumulándose. Entonces caí en la cuenta de que no se trata de que el día tenga menos horas sino de que las estamos haciendo menos productivas porque dedicamos demasiado tiempo a la tecnología y sentimos que no nos alcanza para terminar nuestras tareas.
Los niños y jóvenes no padecen de esta escasez de horas porque nacieron acostumbrados al estilo de vida que nos tiene estresados a los adultos. Ellos manejan perfectamente la administración de su tiempo porque prácticamente desde su nacimiento han estado ligados al uso de tecnologías. Somos los adultos mayores de 30 años quienes estamos batallando para empatar con este estilo y nos sentimos presionados al no poder cumplir con todas las tareas diarias y nuestra vida cibernética. Y si le sumamos el crecimiento urbano que implica que tengamos que invertir mayor tiempo de traslado a nuestros trabajos u ocupaciones, resentimos de sobremanera que los meses hayan pasado tan rápido y nos veamos en el mismo lugar sin avanzar.
Después de toda esta reflexión propiciada por una simple admiración de cómo ha pasado corriendo el año, me da mucha tristeza darme cuenta que me he perdido de mucho por darle espacio a lo virtual; en lugar de cosechar amistades cibernéticas debí de haber dedicado momentos a las reales, las que tengo olvidadas por creer que siempre estarán ahí aunque solamente les mande un saludo y un like. Tenía pensado mil cambios en mi hogar y los he dejado pasar por no tener espacio en mis múltiples ocupaciones, pero sí le hubiera robado minutos al uso de mis redes sociales posiblemente ya fueran una realidad. Pensando en esto, he decidido ir acortando el tiempo dedicado a la Facebook, Whatsapp, Twitter, Instragram y todo aquello que haga olvidarme de mis obligaciones y del mundo real por periodos prolongados. Nos quedan tres meses para acabar este 2019 y pienso hacerlos memorables y no solamente dejarlos pasar sin disfrutarlos.
