Quizá sea este mi ultima ronda de aplausos, pensaba el juglar mientras terminaba de maquillarse y veía su laúd recargado sobre sus piernas.
En que se a convertido este reino, que pecado hemos cometido para caer en lo mas profundo de esta desgracia, antes mis chistes y canciones divertían a los reyes y príncipes; a plebeyos y ricos todos por igual y sin excluir a nadie de mis criticas chuscas.
Aun recuerdo cuando el viejo rey me vio desde su carruaje, un simple trovador pintado de payaso esperando que alguien me tomara en serio, aun recuerdo al gran rey con sus 70 años bajar de su carruaje acompañado de su sequito de lores ataviados con finas ropas verdes, rojas, amarillas y tantos colores como se le pudieran oponer a las vestimentas del rey. Sin esperar a que terminara mis acrobacias, me ordeno que recitara un poema, de esos que solo en tugurios de mala muerte se escuchan, pero que son la viva voz del pueblo, lo juro ante el creador, tuve miedo de los posibles castigos que sufriría pero era mas rápido un latigazo por cantar lo que otros decían, que la orca por desobedecer al rey. Comencé mi cantar a la par que los ojos de los lores plasmaban su asombro por lo osado de mis palabras, el momento eterno fue y aun mas el que prosiguió al final de mi acto, esperaba mi alma escuchar la orden a los guardias de ponerme grilletes y ser considerado traidor a la corona, pero eso no sucedió, sino que la mas pura y simple sonrisa nació de la boca del rey con las palabras que siempre recordare “aquel que cree que su verdad es absoluta es un necio que día a día teje la cuerda con la que se ahorcara” fue entonces mi época de oro, en palacio nacional o extranjero a los que acompañaba a mi rey durante mis canciones estas complacían, se llenaban los salones de nobles y plebeyos que me escuchaban y a la mano del rey algunos me comparaban, pues cuando mas en la encrucijada se encontraba, pedía mi consejo pues yo todos los días escuchaba al noble ciudadano, criticar o alabar. Y eso era lo que mi rey buscaba en mis canciones.
El tiempo paso el rey falleció y su pequeño sucesor un príncipe que había ambicionado siempre el poder sin entender la responsabilidad que conllevaba tomo el poder, comenzó a relegarme, a dejar de escuchar mis canciones nacidas del pesar del pueblo. Poco a poco fui convirtiéndome en un enemigo del estado por decir la incomoda verdad, regrese al anonimato intentando mantener el animo de la gente con canciones de tiempos de oro, pero el joven rey en lugar de verme como un amigo leal olvidado, me vio como un intento de usurpación, un ardido por el olvido, un paria que añoraba tener de nuevo riquezas y privilegios, proscrito, encadenado y enjuiciado injustamente una voz libre ayer fue, el día de hoy la ultima escalera subiré y ese fin que a todos nos espera hoy me será adelantara.
Solo espero que algún juglar cante por lo menos una canción que hable de mi, el juzgado por decir la verdad.