Cuanta estupidez, cuanto desatino, cuanta ocurrencia; cuanto excremento regado por doquiera de parte de un Presidente que se ha vuelto loco con el Cargo que el Pueblo de México le entregó de buena gana y les ha quedado mal.
Estamos viendo a un autócrata, rodeado de extraños personajes salidos de la desaliñada espuerta de un mitómano que ha decidido gobernar “a su antojo”, es decir, de acuerdo a desorientados desatinos de un psicópata, cuyos caprichos rayan en estupideces.
Su personal modo de gobernar trae a México en un hilo; las finanzas públicas se acaban pronto mientras los empresarios asisten a una cena palaciega donde el Tiranuelo de Palacio les pasó la charola para satisfacer su deschavetada idea de vender un avión que no le pertenece, inventando una idea inconcebible: rifarlo; lo malo es que acudieron a cenar con él al Palacio Presidencial, tornándose en fantasmas del viejo PRI que reinaba a su antojo en el pasado siglo.
La esquizofrenia brilla bastante en la mente presidencial al grado de transmitírnosla a diario en sus famosas conferencias de prensa. Es en ese discurso donde se le van ocurriendo las políticas públicas “sin ton ni son”, algo que de inmediato se le ocurre frente a nosotros y que a la carrera van sus cohortes de floreros a surtir lo que el desquiciado Presidente les ordena.
Esa extraña forma de gobernar “al garete”, por corazonadas repentinas o desatinados caprichos nos está llevando al abismo. El tiempo pasa y no vemos en su equipo de trabajo alguien que se encargue de lo que su Puesto le dice; es un Gobierno de utilería, de una sola persona; si a eso agregamos que no admite sugerencias porque sus caprichosas ideas deben cumplirse a cabalidad nos llevan hacia “el carajo” irremediablemente.
Me extraña mucho que los grandes empresarios mexicanos hayan acudido a la famosa cena de “tamales de chipilín” y chocolate; algo inaudito y torpe que les costará mucho más de lo que esperan de parte del escatológico Presidente cuya sesera “no da para más”. Se “montó en su macho” y no les quedó más que “apoquinar”, los desvergonzados “fifís” han contribuido a la gravedad en esa locura presidencial del “envejecido Peje”, quien, ansioso y desparpajado asumió el cargo de billetero mayor en la Lotería Nacional.
Bochornoso “acto de fe” que mostraron los magnates y que será sin duda el “punto de quiebre” de una administración desarticulada y onerosa para el País; sólo me queda esperar; no sabemos qué vendrá después de ésta curiosa manera de alcanzar indulgencias de parte del Poderoso en Turno y sus extrañas, como dañinas ocurrencias de un orate.
Esto no tiene remedio; será el tiempo el que decida el monto del desaguisado fraguado en la febricitante mente del Tlatoani de Palacio.