Regresó el clásico desastre del norte. El 125 es uno de los muchos que quedaron marcados para la historia. Este representó el primero del regreso de la afición y vaya forma de darle la bienvenida con espectáculo de goles, polémica y golpes.
Los que deben poner el ejemplo fueron los primeros en desbordar la «pasión» de los derbys regiomontanos. Los jugadores no lograron contener su frustración y terminaron embroncados en la cancha. Eso repercute en la actitud de la afición que, por si fuera poco, también llevan varias copas encima, bueno, en este caso vasos. Que tampoco hablamos de una afición de 10 años de edad como para que repliquen todo lo que ven. Es más triste que se trata de adultos que no logran dimensionar que es un partido donde se gana, pierde o empata, y que para nada repercute en la vida diaria.
En este regreso de la afición al estadio se ha visto manchada por la falta de capacidad de comportamiento de la afición y también de compromiso de las directivas. En cada juego, hay muchos asistentes que no respetan la regla más básica y repetida de esta pandemia: el uso obligatorio del cubrebocas. Esa indicación tan simple y sencilla no logra respetarse y evidentemente es muy difícil contener a los más de 10 mil asistentes.
Las aglomeraciones son otro tema que no se ha logrado erradicar y también es difícil hacer entender al público. Peor aún con lo ocurrido al exterior del estadio Universitario, con la bronca con aficionados donde aparentemente un rayado quedó herido. Son desbordes de las emociones que evidentemente las directivas tuvieron que haber estado conscientes que en cualquier momento iban a suceder y que, por alguna razón, no lograron, nuevamente, contener.
Quizá hablar de un nuevo cierre al estadio es una idea poco realista de aplicarse, pero es cuestión de echarle un vistazo al mundo: varios países están regresando al confinamiento, la tercera ola está aumentando, la India está viviendo una situación muy triste, los Juegos Olímpicos pueden cancelarse, el Estado regresó al color amarillo. Cerrar las puertas de los estadios podría darse en un plazo no tan lejano. Y ante este panorama incierto, ¡todavía retan a la suerte comportándose como salvajes!
