Después de que un amigo fue este fin de semana a un baile masivo me decía que sin “pasar un sólo día” iría hacerse la prueba del COVID.
“Nombre Arri, había un chin….go de gente, ni se podía caminar, y la música muy padre”.
¿Y por qué fuiste, no ves cómo la pandemia se disparó a números de escándalo?
“Pero es que fui con todas las medidas de seguridad, aunque ya estando ahí y con las cheves, la música…”
Carlos vive con sus padres, de 80 y 84 años de edad. Ellos no salen, por temor a ser contagiados. En casa de Carlos, también viven sus hermanos.
Hoy Carlos se fue a trabajar, a una empresa de más de 100 trabajadores. Carlos tendrá con ellos contacto de una u otra manera.
¿Y nunca pensaste en que al ir a ese concierto te pudiste haber contagiado?
“No, porque para eso están las vacunas, ya tengo las dos”.
No es de extrañarse que en cualquier momento las autoridades anuncien un cierre total de actividades masivas, de cierre de negocios, cierre de todo aquello que implique que más de 50 personas se reúnan en un sólo lugar.
Decisión absurda, tonta e inútil. En el metro. En los camiones. En los aeropuertos. En todos esos lugares hay más, mucha más gente reunida y no pasa nada. No hay quien regule esas situaciones.
Los números de muertos. Los números de gente con el virus. Los números de gente internada. Ya son de cuidado. De mucho cuidado.
¿Y cuándo vas a ir a la prueba de COVID?
“Yo creo que la otra semana, ya me quedé sin “raya”, pero de que me hago la prueba, me hago la prueba”.
Y sí, como Carlos, hay muchos que llegan a su casa, felices de la vida de haber ido a un concierto, a una fiesta, a una reunión, sin pensar que en su hogar están los niños, los hermanos, los padres que se cuida al 100 para no ser una estadística más en un hospital o en una funeraria víctimas de COVID.