Mazatlán.- Los últimos días del verano nos regalaron sol, arena y olas. Las olas nunca sabes a donde te van a llevar. Son impredecibles y no puedes hacerles confianza. Con arena en los tenis, mi hija Gaby y yo, nos bajamos de la “pulmonía”. El popular vehículo nos dejó justo en el centro histórico de Mazatlán después de atracarnos con 150 pesos, cuando el Uber cuesta sólo 70!, pero te pierdes la experiencia al aire libre y los recuerdos de infancia y de juventud que llegan en olas y te revuelcan el corazón y las emociones.
Caminamos unos pasos hasta llegar a la ventana de una casa antigua por donde asomaban varios libros de Carlos Ruiz Zafón en diferentes presentaciones, el de la pasta dura me encantó. Adentro nos esperaba un texto de la enorme Ida Vitale que debí comprar.
La librería, como de cuento, se nos reveló al interior. Una colorida área nos recibió con muchos títulos para niñ@s y jóvenes. La entrada nos dijo a primera vista quiénes eran consentidos ahí.
En la siguiente habitación de la hermosa casa con techos altísimos se encontraban los libros para adultos.En ambos espacios una selección cuidadosa nos hablaba del cariño y la dedicación puestos en cada rincón. Del conocimiento, el talento de dos mujeres fuertes, vitales, hermosas, llenas de saberes. Madre e hija: Laura Medina y Adriana Armas Medina. Propietarias, administradoras, diseñadoras, gestoras culturales…
Un hallazgo de letras en el puerto sinaloense alejado de la pátina buchona de experiencias inauditas que nos recibió al llegar. “Puro Sinaloa”, gritaban entusiasmados. Y ok, pero no sólo eso. La subcultura impronunciable en el espacio a ritmo de tambora avanzaba como tsunami por las calles arrastrando sangre joven que se divertía en el crescendo del alucine.
Más allá nos esperaba una casa antigua con una banquita roja coronada de caracoles de forja justo en la puerta de la entrada. “La Casa del Caracol” se llama. ¿Por qué el nombre? Laura Medina, la propietaria y promotora de lectura nos compartió dos vertientes:
• En “El nombre de la rosa”, de Humberto Eco, la biblioteca es un laberinto y tiene forma de caracol
• En la visión náhuatl el caracol camina muy despacio y va dejando una huella. Es fuerza y movimiento.
No pude dejar de evocar las caracolas marinas que guardan el sonido del mar, el oleaje infinito; así como las palabras que van y vienen a través de los tiempos cruzando países, costumbres, resistencias. Haciéndonos saber que no estamos solos y que somos diferentes y a la vez somos iguales. Las paradojas vitales! La librería se transformó para mí en una caracola enorme que podía poner junto al oído y acceder a voces más allá del mar y entender de la persistencia en el amor cruzando décadas, atravesando los siglos de la mano de odios y violencias, en dualidad eterna, buscando comprender para surfear con éxito en los tsunamis impronunciables e intentar entendernos con miradas horizontales. Escucha sin juicios de ida y vuelta. Mea culpa. Dónde me escondo?
Lo dicho: nunca sabes a dónde te va a llevar la marea. Seguimos las huellas del caracol y aquí estamos, en plena “Era de la pandemia del COVID19”, disfrutando de un proyecto de letras que ha resistido 17 años. “Puse una librería para crear lectores, niñ@s lectores, familias lectoras, nos dice con alegría Laura Medina. Nos contagian ella y su hija Adriana el entusiasmo. Qué increíble haber llegado aquí mi hija Gabriela y yo sin proponérnoslo. Sólo caminando por las calles mazatlecas, dejándonos llevar por esta marea suave en el cierre del verano del año 2021!
Finalmente decido llevar “La sombra del viento” de Ruiz Zafón, recomendada por varios amigos meses atrás después de la muerte de Carlos. Laura también me dijo que este era su favorito.
Elijo la edición de bolsillo y la abro al azar para leer algo; parece una premonición:
“… -No importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos-, vamos a regresar”. Yo lo sé; el mar nos traerá de regreso. Siempre lo hace.
