El dirigente nacional del PRI es factor de división al interior de su partido. Su función es la de unir, conjuntar, consolidar, pero su postura con relación a la reforma eléctrica lo aleja de sus militantes.
En el PRI, como en todos los partidos existe eso que llaman militantes distinguidos, cuadros, liderazgos ideológicos; personalidades quienes ostentan un espacio de poder al interior del partido. Las voces de esos liderazgos deben ser escuchadas y atendidas por quienes asumen las dirigencias formales al interior de los partidos.
Lo mismo sucede en el PAN cuando habla Diego Fernández que en Morena al expresarse Martí Batres. En el PRI es el caso de Manlio Fabio Beltrones y otras personalidades como la legisladora Claudia Ruiz Massieu.
Alejandro «Alito» Moreno, tiene fuertes vínculos con la 4T, su presidencia nacional «circula en corrillos», se dio gracias al apoyo desde Palacio Nacional. Las pasadas elecciones son evidencia de que algo no funciona en el PRI y su dirigencia pues dos o tres gobernadores de ese partido, trabajaron para el triunfo del sucesor moreno, eso implica deslealtad partidista la cual amerita sanción desde honor y justicia del instituto político, pero nada, el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI guarda silencio.
La reforma eléctrica parece estar haciendo corto circuito entre el priismo donde algunos liderazgos se expresan en contra de ella.
El más reciente es Manlio Fabio Beltrones quien ocupa una fuerza política importante en el interior del tricolor.
Extraño que los llamados sectores y organizaciones del revolucionario institucional no hayan manifestado su posicionamiento. Los sectores obrero, campesino y popular, junto a los liderazgos de la llamada clase media, debieran externar su punto de vista, a favor o en contra; pero nada, silencio sepulcral.
¿Complicidades, entendimientos, convencimiento? Sería oportuno que la dirigencia del tricolor explicara a su alicaída militancia porqué de su postura ambigua sobre el tema de la reforma energética. No son tiempos de marrullerías, los ciudadanos en su mayoría no desean monopolios que se vuelven parásitos de las economías domésticas.
Se dice que el arribo de un gobierno de la 4T en Campeche mantiene al líder tricolor con el «Jesús en la boca» temeroso de que le escudriñen las cuentas públicas de su gobierno y surja información que le comprometa, incluso que motive a la apertura de carpetas para investigación.
Quienes votaron por el PRI y sus legisladores el pasado mes de junio 2021, no merecen el comportamiento ambiguo, timorato, mañoso, de quien lidera al partido. Confiaron en esa opción política y sin duda habrá quienes se sientan traicionados.
Urge la definición de Alito sobre la reforma energética, si su persona y los compromisos del pasado le mantienen indispuesto para ser la oposición firme y contundente que demanda el país en tiempos de un bipartidismo de facto, debería replantear su permanencia en el máximo cargo de ese partido.
Por muchos factores, incluidos el histórico y el de representatividad legislativa, el PRI es factor definitivo en las próximas decisiones en materia de electricidad.
Son tiempos de líderes con grandeza de miras, no son tiempos para gambusinos de migajas del poder. No son tiempos de ambiciones personales ni aspiraciones rumbo al 2024, es momento de pensar en México y la responsabilidad que representa ser líder del que fuera el partido hegemónico en el siglo XX.
Alito divide al priismo y es tiempo para que replantee su papel histórico en esta etapa de definiciones. México no quiere variopintos.
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