A las redes sociales se les atribuyen muchas cosas, buenas, malas y peores pero es indudable el valor que poseen en lo que hace unos quince o veinte años atrás se dio por denominar como nueva economía, sustentada sobre la base de empresas punto com y que en la medida que fue transcurriendo el tiempo, se fue consolidado para agregarse al catálogo de inversiones presente en las bolsas de valores.
La nueva economía de se vio opacada tras el estallido de la burbuja que impactó enormemente al grado tal que muchas desaparecieron, otras fueron absorbidas por sus competidores, algunas mas con trabajos lograron subsistir reduciendo su tamaño.
Las que quedaron en pie se convirtieron en monstruos como Google, dando paso al advenimiento de una nueva generación empresarial, nacida en un dormitorio estudiantil de universidades como Harvard, alma mater de sus creadores, en la misma tradición de emprendedores de Silicon Valley que comenzaron a innovar en un garaje como Apple o HP y décadas atrás Harley-Davidson aunque esta no tiene el mismo origen si comparte modestamente esa misma tradición al igual que Disney.
En los EE.UU. existe el índice NASDAQ encargado de cotizar, vender, comprar y realizar todas las operaciones propias de una bolsa de valores pero dedicada a las empresas que generan tecnología de toda índole.
La empresa de Marck Zuckerberg misma que cotiza en Wall Street, atraviesa un momento que puede describirse como un punto por default en el que los representantes del pueblo estadounidense se lanzan a perseguir al propietario mayoritario con furia para después dejarlo por la paz.
Ocurrió con Henry Ford, JP Morgan, Howard Huges, William Gates III, y un prolongado número de industriales que incluyen hasta al mismísimo Rockefeller el magnate petrolero.
¿Qué pasó después de los citatorios y las denuncias de todo tipo con acusaciones de toda índole? La respuesta es breve. Nada. Ninguno de ellos fue despojado, ninguno sufrió más allá de la iniciación cruel de incorporarse a la gran familia de potentados que deben llevar con orgullo la marca a fuego de sobrevivir a la prueba del ácido aplicada por congresistas, jueces, magistrados y contribuyentes para poner en su sitio a esos “arrogantes bribones” propietarios de empresas con las que ya no se puede lidiar pero sin embargo tampoco se pueden prescindir.
Roosevelt recurrió a los industriales para ganar la guerra contra los nazis y el imperio japonés, a Rockefeller le partieron en siete su monopolio y siguió ganando dinero, Ford ganó su juicio contra un periódico que lo tachaba de ignorante para después abrir empresas filiales en la Francia de Vichy ocupada por los nazis, seguir con un periódico abiertamente antisemita y publicar el bulo Los protocolos de los sabios de Sion, ser condecorado por el Tercer Reich y acudir puntualmente a su logia masónica llamada Palestina.
Y es que los vehículos Ford, salen buenos, como de que no. Acaso ¿Debiera cerrarse una empresa como esa solo por unos cuantos pecadillos como esos?
Por Facebook se han desintegrado familias, linchado inocentes, armado revueltas, vendido drogas, armas, seres humanos, destruido reputaciones, se reclutan incautos para grupos terroristas como el que tuvo en jaque todo medio oriente y fue ISIS, también adolescentes para el crimen organizado, se ha secuestrado, extorsionado, han aparecido grupos de acosadores sexuales del metro, mostrado masacres usando la plataforma Live.
La lista es larga.
Pero ocurre que no tanto como la de beneficios que la empresa ofrece y que una vez más, vuelve la vida más sencilla. O ¿Cómo sería la vida sin WhatsApp? ¿Ya se acordó apreciado lector o lectora como se puso el día que no tuvo acceso a la aplicación? Usted dice si lo cancelamos o le damos vuelta a la página con una bienvenida y su abrazote a Meta.
