Nos aproximamos a la vida del ermitaño. Del homeschool. Del trabajo en línea. Del ligue por aplicación. En el alquiler de vientres para parejas exitosas. En la comodidad de alimentarnos en una mesa suspendida a 50 metros del piso.
Lanzarse desde avionetas como paracaidistas entrenados por militares. Bebiendo en la exageración de los festivales de música ecléctica y de gustos culposos.
Denostamos la macho opresor. A los disidentes de los movimientos LGBTI et all. Amor es amor. Muera el mal gobierno. Mueran los populistas. Los dictadores. La moda fuera de moda. Por ahora el género urbano y el reguetón son la bandera de la nueva música clásica.
Sí al sexo como al café soluble. Enamórese de la persona. No de su forma externa o nomenclatura en el acta de nacimiento.
En la época de sequía culpe a Dios. Si llueve con fuerza también. Si usa tatuajes en el cuello, las manos y la cara no es integrante del crimen organizado, tal vez sea cantante de música regional, denostado por su ex pareja de rostro angelical y con mirada de inocencia.
No se aprende a envejecer con dignidad o con decoro. Entregar su cuerpo a los excesos ya no sorprende a nadie. Si vivió los 80 y no enfermó de VIH, como antes lo hicieron en la primavera del amor en los 60tas, es un bendecido de la selección natural.
Haga un bien. Entregue su cuerpo a los laboratorios y a los médicos, para regalar a la ciencia y a los de la lista interminable de donadores anónimos.