La última princesa de Tenochtitlán, Ichcaxóchitl Tecuichpo, bautizada como doña Isabel Moctezuma, jugó un decisivo papel, político y religioso, en el tormentoso tránsito que vivía la sociedad mexica en los inicios y desarrollo de la conquista. Se distinguió por ser defensora de su pueblo, de lo que era suyo por derecho, y por exigir la liberación de los nativos esclavos que vivían en su encomienda.
La primogénita de Moctezuma II, es un testimonio de supervivencia y fuerza, teniendo tan sólo diez años atestigua la venida de los españoles, la caída de su linaje y su pueblo; después de haber sobrevivido a La Noche Triste, es casada con su tío Cuitláhuac – sucesor de Moctezuma – para legitimar su derecho al trono Mexica. Cuitlahuac muere por causa de la viruela en 1520. Posteriormente, la emperatriz se casó con quien fue el último emperador azteca: Cuauhtémoc.
Tecuichpo es un reflejo de la transición de dos mundos muy distintos, una niña que está viendo desaparecer su familia, su cultura, y que, por petición de su padre, queda bajo el cuidado del colonizador Hernán Cortés, quien fue su padrino en su bautismo cristiano, efectuado en 1526, y con quien tiene a su primogénita: Leonor, la primera hija mestiza de Cortéz, a la cual, seguramente por ser fruto de una relación forzada en contra de su voluntad, Isabel nunca reconoció como suya.
Cortés, consciente de la nobleza y linaje de Isabel, se dedica a colocarla dentro del marco jurídico del nuevo régimen y le otorga la encomienda más grande del valle de México: El señorío de Tlacopan,de la cual Cortés se había apropiado en 1521, y que por línea materna le correspondía a Isabel, como dote para el matrimonio que Cortés arreglaba para ella con el conquistador Alonso Legrado, ésta era habitada por más de seis mil personas.
“Quiero y mando y es mi voluntad que todos los esclavos, indios e indias naturales de esta tierra, que el dicho Juan Cano mi marido y yo tenemos por nuestros propios, por la parte que a mí me toca sean libres de todos servicios, servidumbre y cautiverios, y como personas libres hagan de sí su voluntad, porque yo no los tengo como esclavos, y en caso de que lo sean, quiero y mando que sean libres”
Ichcaxóchitl Tecuichpo
Isabel podría definirse en una sola palabra: adaptación. Era una mujer con la mejor educación digna de los nobles de uno de los pueblos más importantes de Mesoamérica. Isabel llega al entendimiento de que, aún siendo heredera, con tierras asignadas por el mismo Cortéz, por ser mujer – en aquellos tiempos, y, tristemente, ciertos casos en la actualidad – a través del matrimonio encontraría el camino legal para tener voz y validez.
Tras la muerte de Alonso Legrado, Cortés inició los arreglos para su siguiente matrimonio con Pedro Gallego de Andrada con quien dio a luz, en 1530, a Juan de Andrada Moctezuma. Dos años después se casó por última vez con Juan Cano de Saavedra, de este matrimonio nacieron cinco hijos. Por su linaje, su personalidad y matrimonio con Juan Cano, doña Isabel era respetada por los españoles.
La reina de México y encarnación de la Diosa Madre; Tonantzin, como era vista por los nativos Mexicas, se convirtió al catolicismo, entendiendo que ella podía tener su propia espiritualidad aunque fuese con expresión cristiana; ayudaba a la cristianización de los nativos y se cree que su prédica en náhuatl ayudó a unir el culto a las diferentes manifestaciones de la Diosa Madre mesoamericana con el de la Virgen María, influenciando en los orígenes del mito guadalupano.
Doña Isabel Moctezuma dedicó su vida a ayudar a su pueblo a través de la gestión de hospitales, escuelas, y demás, “puso término a muchas dificultades entre españoles e indígenas”, según Artemio de Valle Arizpe. Antes de morir hizo su testamento, encontrado en 1996 en el Archivo General de la Nación, en el que otorgaba la libertad para los nativos que vivían en su encomienda y encargó el pago de las deudas y salarios de sus criados.
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