Olvidamos muchas veces que la mejor defensa de la democracia y el mejor blindaje contra los asomos de autoritarismo en nuestro país está en contar con una opinión pública saludable.
Este término quizá ya no se “cuece” tanto en nuestro día a día. Poco a poco ha sido sustituido por “las redes sociales” y es que —en efecto— mucha de nuestra conversación y perspectiva de los temas actuales se cocinan ahora en ese entorno digital.
Todavía hace un par de décadas, la opinión pública nacional se generaba de acuerdo a la agenda que dictaban los medios de comunicación tradicionales. Sin embargo, esto ya quedó en el pasado.
Ahora son los mismos ciudadanos, el Gobierno y las empresas quienes generan cada vez más agenda. A los medios le han relegado tareas más específicas como la simple cobertura de noticias y, en algunos casos contados, la investigación.
Es decir, lo que podríamos llamar opinión pública contemporánea es una mezcla de puntos de vista y de posturas que se fijan al exponerse la sociedad a las redes sociales y al monitorear la prensa tradicional.
¿Por qué es fundamental tener una opinión pública saludable? En primera instancia, permite que germine una participación activa de los ciudadanos en los asuntos públicos. Esto puede incluir el ejercicio del voto, la expresión de opiniones y la inmersión en procesos democráticos.
Recordemos que una opinión pública óptima promueve la diversidad de perspectivas, ideas y puntos de vista. Es importante que se escuche y se respete esta diversidad de pensamientos porque con ello se fomenta un debate constructivo y enriquecedor.
En segundo lugar, es de esperarse que también procure el respeto mutuo y la tolerancia hacia opiniones divergentes. El objetivo es que las personas puedan expresar sus ideas libremente sin temor a represalias y que exista un diálogo respetuoso incluso en situaciones de desacuerdo.
Debemos estar alertas ante posibles amenazas que mermen su sano funcionamiento en la sociedad. Por ejemplo, la propagación de desinformación y noticias falsas puede socavar la confianza en la información y distorsionar la percepción de los hechos, lo que puede dificultar su buen proceso.
Sin embargo, la principal amenaza está en la imposición de los llamados “sesgos mediáticos”, es decir, en la manipulación desde el poder de la información y el uso de medios oficiales con el propósito de polarizar y fragmentar a la sociedad mediante la formación de «burbujas de filtro» en las que las personas solo se exponen a opiniones similares a las suyas, lo que dificulta el diálogo constructivo.
Una opinión pública saludable siempre será la mejor fórmula que garantice procesos democráticos sanos en nuestro país. Los medios de comunicación, los diferentes grupos de interés, empresas y universidades deben cada vez más pugnar porque se mantenga viva y saludable. Es compromiso de la sociedad civil entera.