Cuando en 1938 Orson Wells desataba la histeria gringa con su emisión de radio “La Guerra de los Mundos” donde narraba la llegada de naves extraterrestres con marcianos que invadían la tierra, no sabía que estaba creando un mito que una gran parte de la población se tomó en serio: la invasión alienígena. Pero México se cuece aparte.
El año de 1965 fue especialmente prolífico en reportes de avistamientos de OVNI’s en nuestro país. Hubo testimonios de aterrizajes, desplome de naves, aparición de alienígenas que establecieron contacto del ‘tercer tipo’ con gente común o que perseguían automóviles, apagones que se asociaron con actividad extraterrestre. Sucedía en Guerrero, Sinaloa, Oaxaca, Aguascalientes, Baja California, Veracruz, Guanajuato, Hidalgo, Morelos… los periódicos, la radio y la televisión cubrían la noticia, hacían conjeturas y presentaban respuestas al público que no veía con buenos ojos a semejantes visitas.
El programa de Pedro Ferriz Santa Cruz “Un mundo nos vigila” estaba en lo más alto de las audiencias. En el cine se rodaron dos filmes en 1965 que se volvieron clásicos: Gigantes planetarios y El planeta de las mujeres invasoras de Alfredo B. Crevenna, inspiradas en Flash Gordon, y en el Teatro Iris el comediante Jesús Martínez “Palillo” presentaba el sketch cómico “Los platillos son plutones”.
El 10 de julio, el corresponsal del diario Novedades reportó la histeria desatada por la presencia de dos puntos luminosos en el cielo de Chilpancingo, Guerrero, que se movían “a una velocidad difícil de seguir con la vista” de un lado a otro de la ciudad. Días después lo mismo pasó en Ixtepec, Oaxaca (aquí la luz además cambiaba de naranja a azul), y también fue reportado por Novedades.
El Diario de la Tarde de la Ciudad de México y el periódico La Prensa dieron a conocer el caso de tres jóvenes estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (los hermanos Iago y Paio Rodríguez Díaz y su amigo Jorge Rueda Navarro) que vieron aterrizar una nave espacial en las inmediaciones de la Unidad Zacatenco la medianoche del 11 de agosto. Contaron cómo descendió del vehículo “un humanoide que telepáticamente los invitó a su nave”. Era alto y con el cabello platinado. Aseguraba venir de Ganímedes, la tercer y más grande luna de Júpiter. Se tardaron tres horas en ir y regresar a la casa de su amigo extraterrestre.
Durante los meses siguientes arreciaron los reportes. El Universal Gráfico titulaba “Invasión de ‘platívolos’” la historia de una nota hallada junto a un pedazo de metal abandonado, en la colonia San José de la Escalera. El mensaje advertía al país sobre la inminencia de una invasión de “miles de platillos voladores” que ocurriría en octubre. Días después, el mismo vespertino publicaba que un ovni, al volar al ras sobre el pueblo de Venta Prieta, Hidalgo, “golpeó un tinaco y le causó fuerte abolladura”.
La historia de la nota hallada tomó gran revuelo al ser tomada por otros periódicos: Aharon Aray Amath un joven que se presentaba como presidente de la Asociación de Investigación Astrofísica dio a conocer que un pintor llamado Clemente González Infante (a quien nadie nunca vio pero Aharon se dijo su vocero) había recibido telepáticamente un mensaje extraterrestre anunciando que la mañana del primero de octubre de ese año de 1965 decenas de platillos voladores realizarían un desfile de La Villa de Guadalupe al monumento del Ángel de la Independencia para despedirse de los mexicanos y que los ovnis harían “algunas demostraciones pacíficas de su fuerza, levantando varios automóviles del suelo por medio de la energía magnética” durante el desfile de despedida. La agitación fue nacional cuando Paco Malgesto repitió esto en su programa de Televisión.
Una de notas publicadas el 23 de septiembre mostraba la ruta que los los OVNIS seguían de México a estados Unidos.
Cuando los mexicanos acudieron aquel 1 de octubre para, de forma voluntaria, despedir a los platillos voladores, las cosas terminaron como siempre en México: un reverendo desmadre.
La mayor parte de los mirones eran estudiantes que se habían ido “de pinta”, pero también había empresarios que miraban seriamente tras sus binoculares y cámaras. Las crónicas dicen que la Capilla del Cerrito de la Basílica de Guadalupe y el Ángel de la Independencia estaban hasta el tope de gente.
Con el paso de las horas y viendo que los OVNIs no aparecían, la gente se desesperó. Guillermo Ochoa publicó en Novedades que los adolescentes comenzaron a jugar “Doña Blanca”, los galanes a molestar a las muchachas, los atrevidos a treparse a los monumentos, y los jardines de gladiolas terminaron muertos a pisotones (como apuntó en una entrevista Pedro Ferriz). Otra nota del Diario de la Tarde que relata la euforia que se vivió ante la expectativa del “desfile de platívolos” narra que los OVNIS nunca aparecieron, pero sí medio centenar de policías que llegaron para, a punta de macana, restablecer el orden.
A Aharon Aray Amath se lo tragó la tierra y nunca se volvió a saber de él.
