Taylor Crane tenía 16 años cuando quiso brincar el tiro abierto de una mina pero no alcanzó la orilla y cayó al agua estancada y turbia a 100 metros de la superficie, y se golpeó tan fuerte que murió de manera instantánea como si hubiera caído sobre concreto; su cuerpo se hundió otros 150 metros, entre los desechos acumulados en el agua estancada por décadas.
El joven era un voluntario de acción social en un recorrido con niñas y niños de una casa hogar; Taylor realizaba labores de apoyo para menores en la orfandad, y acudió a ese viaje a México como guía en apoyo al personal. Niñas y niños de la casa hogar querían mucho a Taylor, quien les inventaba actividades muy divertidas para entretenerlos: tocaba la guitarra, componía canciones, jugaba beisbol, sabía pescar, practicaba salto de altura y le gustaban las excursiones en el campo. Su biografía en redes sociales iniciaba así: “Soy Taylor Crane. Amo la vida”.
Mientras visitaban San Miguel de Allende, alguien sugirió ir a Mineral de Pozos, un pueblo “fantasma” casi deshabitado, para recorrer la ex hacienda “Cinco Señores” con una mina abandonada. Parecía una gran idea, estar en un lugar donde el tiempo se detuvo y en el cual sus ruinas podrían ser el resguardo de algún tesoro.
Entonces ocurrió la tragedia: en el paseo jugaban a la persecución como policías y ladrones, cuando Crane intentó saltar el tiro de una mina, pero no midió el peligro ni la distancia. No llegó al otro lado, intentó aferrarse a la pared de piedra pero no encontró asidero y se precipitó al agua.
Los gritos angustiosos de los niños alertaron a los otros guías, quienes intentaron bajar para rescatar a Taylor, pero el tiro era muy profundo. De inmediato llamaron a las autoridades del municipio que a la vez pidieron apoyo a Protección Civil.
Los rescatistas intentaron sacar al joven, quien ya no daba señales de vida. El cuerpo se había hundido y el agua turbia y helada, casi pantanosa, no permitió la inmersión; había demasiada basura, ramas, piedras, tierra y desechos mezclados.
También alguien alertó que posiblemente el agua estaba contaminada con arsénico del subsuelo, tal como algunos pozos que fueron clausurados en la zona.
Los curiosos fueron mantenidos atrás de una cerca para no entorpecer las labores.
Un hombre mayor, que estaba atrás de la cerca, comenzó a relatar en voz baja algunos recuerdos de su infancia: que una noche en octubre de 1968, pasaron por la carretera dos camiones malolientes, los cuales fueron detenidos cerca de los tiros abiertos de las minas en la región.
Contó que los operarios descargaron muchos bultos y los arrojaron al fondo de aquellos pozos, luego acarrearon y aventaron piedras grandes y al final echaron costales de cal, como los que vaciaba la gente sobre las vacas muertas por atropellamiento a la orilla de la carretera.
Nunca nadie de los vecinos quiso averiguar ni confirmar el contenido de esos bultos, que quizá eran animales muertos por una epidemia, aunque hubo quien entre dientes se atrevió a imaginar y mencionar que pudieran tener alguna relación con Tlatelolco.
Además se propagaron rumores de que en las minas inundadas había corrientes y ríos subterráneos que podían jalar a quien se atreviera a meterse.
Fue introducida una cámara acuática para explorar las aguas turbias y malolientes, pero sin éxito: Se observaban muchas sombras y objetos no identificados, como ramas y jirones de telas y plásticos.
A los tres días llegó un buzo especializado para participar en el rescate y el cuarto día hubo noticias positivas al ubicar un pie del joven.
El quinto día, el cuerpo de Taylor Crane regresó a la superficie, para ser transportado y sepultado en su natal Filadelfia en Estados Unidos, a 3 mil 885 kilómetros de distancia.
Y el tiro de la mina en Cinco Señores fue sellado para siempre. Pero, hasta hoy, persiste el misterio de qué contenían aquellos bultos…