lunes, diciembre 30, 2024
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El arroz, los camotes y el obispo

El “Teacher”, uno de los más virulentos comunicadores y opinólogos actuales, y que perdió su calidad de periodista durante la tormenta perfecta de la dictadura perfecta, anunció como “posibilidad” el hecho de que la 4T perdiera la contienda rumbo a la presidencia. Tiene toda la razón, en una democracia es perfectamente posible que de pronto se reviertan las tendencias por algún motivo. El rebote de la tendencia del voto, al unísono, necesita un hecho que conmocione a todo el país. Algo que tenga niveles catastróficos y que cambie la perspectiva del elector, algo que se ponga por encima de las propuestas de las tres campañas. Sí, es posible. Hasta ahora, al par de “no campañas”, precampañas y campañas, el escenario catastrófico se ha estado montando sistemáticamente en temas como inseguridad y corrupción. Por alguna razón, los mexicanos se han resistido a la siembra de evidencias, que en muchos casos se han regado con sangre y han cosechado tragedias. Ni siquiera las “narco-etiquetas” han funcionado, así se hayan gastado millones en difundirlas, miles en montajes televisivos, y decenas en cadáveres reales. Ha de ser porque los mexicanos o saben o intuyen, que el tema de los cárteles es una institución que surgió desde la época de los Salinas, y sí saben que el gobierno panista de Calderón, el mono no el monero, sí tuvo vínculos comprobables con el crimen organizado. También porque estamos acostumbrados a que durante las campañas siempre hay repunte de violencia, entre más importantes las elecciones, más intensa la violencia.

En todo este período electoral, a pesar de marchas rosas dizque “ciudadanas” y malabares jurídicos, nada apunta a que la presunción del devaluado “Teacher” pueda concretarse. Sin embargo, como tiene una buena provisión de saliva, abandona el campo de su lógica corcovada y se estrena como pitoniso oraculesco y profético. Moderno Tiresias, no andrógino, sí ciego, profetiza el escenario donde don Andrés actuaría como un déspota ante la derrota, y “comprueba” su visión onírica con las derrotas que en su momento don Andrés se negó a reconocer. Omitió que ha quedado más que demostrada la existencia de fraudes electorales y la complicidad, o por lo menos comedimiento, de las autoridades electorales en aquellas elecciones. El “Teacher” no acaba de entender que el enemigo de esta capirotada de la derecha que defiende, no es la 4T. No fue un partido ni una coalición de partidos lo que llevó a don Andrés a la presidencia; fue un movimiento popular sin más ideología que su hartazgo y su urgencia de quitar el poder a quienes lo usaron para enriquecerse y contra el pueblo. Los electores del 2018 no siguieron a un líder, eligieron a un líder.

En el discurso furioso del “Teacher” sí pude reconocer algo muy importante, y muy alarmante. Pian pianito, pero desde muchos frentes, se ha estado deslizando la posibilidad de un golpe de estado “blando” desde la oposición. En otras palabras, le están tanteando el agua a los camotes. La gorda ballena de la oposición y sus percebes mediáticos olvidaron desde hace años el idioma popular, y han perdido seis años vociferando con el régimen e ignorando el diálogo con el pueblo, el único crítico calificado contra cualquier régimen y contra cualquier partido. Ahora necesitan tener al menos algún indicador mínimo de cómo reaccionaría la gente ante una marranada de la magnitud del calibre del arma de que disponen por ahora: el “Lawfare”, tomar por asalto el poder manipulando las leyes. La venia de arriba (del mapa) ya la tienen, porque ya se pronuncian organismos en Estados Unidos contra el “Plan C”. Pero ni la sometida oposición mexicana, ni la plaga bíblica estadounidense, tienen idea de cómo reaccionaría el pueblo mexicano, dentro y fuera de México, ante una situación así. Un fraude electoral de ese tamaño, y con la injerencia del Poder Judicial, no sería un “golpe de estado blando”, sería un golpe brutal. Y quién sabe si el mexicano esté dispuesto a poner cristianamente la otra mejilla. Sobre todo porque a estas alturas se ha demostrado ampliamente que los medios convencionales no han sido capaces de imponer las narrativas de la oposición, ni las verdaderas ni las falsas, mucho menos convencer de que el Poder Judicial hace justicia, cuando nadie cree eso desde antes de que los medios perdieran su credibilidad.

El “Teacher”, fiel a su costumbre de levantar castillos de naipes, ya construyó un escenario, pero sólo ha previsto la muy hipotética reacción de don Andrés, no de los seguidores de la 4T, y menos aún la de los electores. Un manotazo popular puede derrumbar ese azaroso edificio. En el 2018 el voto masivo debió sorprender incluso al propio don Andrés. Aquel voto petrificó a los alquimistas electorales. Ni el TRIFE se atrevió a meter mano, o más bien, no pudo hacer algo. La oposición panista y priísta se regodeó en sus propias encuestas y no previno el desastre. Además, no estaban lo suficientemente coordinados y Peña se hizo pato (sus razones tendría, pero no creo que fueran razones democráticas). Esta vez, los partidos vapuleados entonces van en pandilla. Han tenido tiempo para reivindicarse con el pueblo, pero han preferido buscar aliados fuera de México, directamente o a través de empresarios de cuestionable patriotismo, y han dejado como último recurso la complicidad con uno de los tres poderes del estado, ese Poder Judicial que ellos mismos corrompieron desde hace años, el que libera criminales y corruptos, el que protege a empresarios morosos, el que impide reformas, el que invade el trabajo del Poder Legislativo, el que boicotea al Poder Ejecutivo y a la Fiscalía General de la República, el que tiene las cárceles llenas de presos esperando durante años una sentencia. El “Plan C” puede ser imperfecto, pero el Poder Judicial es una ruina que sólo garantiza Justicia muy eventualmente y al azar. Si a un par de institutos gringos les gusta así, que lo copien con toda confianza. No criticamos el sistema judicial de Estados Unidos, pero nosotros queremos tener algo mejor, y no esta letrina de las leyes. Nos importa un reverendo pepino cómo eligen en Estados Unidos a sus jueces y magistrados. Ellos tienen hasta cuatro maneras diferentes. Una de ellas es… ¡por elección democrática!, como en el “Plan C”. Pero supongo que eso ya lo saben en el Inter-American Dialogue, en la Escuela de Derecho de la Universidad de Stanford, y en la Barra Mexicana del Colegio de Abogados, tan animosos ellos contra el “Plan C” y nuestra posible elección democrática de jueces. ¿Apoco tenemos que comprar la franquicia?

No nos hagamos bolas. El arroz ya está cocido. Bien cocido. Pero el arroz estadístico se cuece rápidamente, y una vez frío, puede ser intragable. Las encuestas son indicadores que no deberían ser públicos. Son instrumentos indispensables para los estrategas de las campañas. Las encuestas muestran tendencias, y a la vez las imponen, con la condición de que sean encuestas coincidentes y más o menos serias. MasiveCaller, por ejemplo, en el remoto caso de que acertara y en las urnas el voto favoreciera a Bertha X por lo menos en un cercano segundo lugar, sólo puede creerse como dogma de fe. La única encuesta válida y digna de ser pública es la de las urnas, porque el elector la responde para que sea definitiva. Cosa que le debe quedar muy clara al TRIFE y al Cártel de la Toga. Partidos y encuestadoras ya nos han dado a tragar arroz a cada rato, ya hasta le agarramos gusto. Así que no nos cambien el menú después de las elecciones, porque no creo que puedan obligar a los ciudadanos a tragar camote.

PD: Estoy en desacuerdo que se ensañen con burlas contra el obispo emérito de Chilapa-Chilpancingo, Salvador Rangel Mendoza. La contradicción entre el comisionado estatal de seguridad de Morelos, José Ortiz Guarneros, y las primeras versiones de la Fiscalía Estatal de Morelos que preside el amigo de la ministra Piña, Uriel Carmona, sólo significa que tendrán trabajo extra para cuadrar el caso sin salpicar demasiado lodo. Ya sé que el obispo es un feroz detractor del régimen y adulador del frente opositor. Fue muy claro el uso político de la desaparición del obispo cuando todavía no era ni presunto secuestro. Ahora la “resolución” del caso por parte de la Fiscalía se verá condicionada por intereses políticos. Secuestro o francachela, el señor obispo tiene mucho qué decir, pero sabe que no muchos le van a creer. La propia Conferencia del Episcopado Mexicano está metida en un brete a causa de este caso. Sólo adelantaría que sea lo que diga el señor obispo, el fiscal, la CEM, y hasta El Vaticano, la gente no va a creer la explicación más rebuscada sino la más obvia. Así que mejor dejemos en paz a monseñor, el pobre ya tenía, y ahora tiene muchas más cuentas qué rendir ante su jefe, el de más arriba. Hay cosas que ensucian al pensarlas, con mayor razón al decirlas.

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