El hasta hace poco “Pueblo Mágico” Santiago, Nuevo León, se debate ahora entre la figura del paraíso perdido y las sombras de la corrupción que deja en el abandono David de la Peña Marroquín, el alcalde con licencia, empeñado en ser reelegido.
Santiago, Nuevo León, es un lugar que evoca imágenes de belleza natural, aventura y tranquilidad, pero también se encuentra envuelto en un velo de corrupción y desorden. En medio de sus paisajes impresionantes y su potencial turístico, se esconde una realidad que desafía la percepción de paraíso.
Los moches, a los festivales y prácticas corruptas son parte del tejido social que ha ensombrecido la reputación de Santiago. ¿A dónde va ese dinero oscuro obtenido de manera cuestionable? Esta pregunta resuena en la mente de los habitantes, mientras observan cómo el desorden en los restaurantes, bares y lupanares se combina con la proliferación de basura, evidenciando un problema mayor de falta de responsabilidad y transparencia.
La presa Rodrigo Gómez “La Boca”, alguna vez fuente de vida y paraíso de recreación, ahora yace seca y cubierta por un montículo de arena y polvo. ¿Cómo ha llegado a este estado? ¿Quiénes son los verdaderos responsables de su abandono? ¿Quiénes son los que vieron la tempestad de la sequía y no se hincaron? Son interrogantes que claman por respuestas claras y acciones concretas.
La corrupción policial es otra sombra que se cierne sobre Santiago. Hay serias dudas del manejo de la policía municipal por parte del Secretario de Seguridad Pública Municipal, Eduardo Guadalupe Sánchez Quiroz.
Además la falta de transparencia en la donación de un helicóptero millonario por parte de una empresa solo alimenta la desconfianza y la percepción de que las instituciones están más interesadas en proteger sus propios intereses que en servir a la comunidad.
Pero como diría el buen Raúl Velasco, aún hay más…