Me entero que este domingo 12 de mayo se celebra el Día del Comunicólogo. No recordaba que existía. Hay que precisar que un comunicólogo es, o debería ser, un experto en la comunicación. Cabe en esta definición una gama muy amplia de variantes, profesionales o no, que van desde el gritón que canta la venta de verduras en el mercado, el “panadero con el pan”, o el locutor que dice noticias, hasta el reportero que reporta hechos o el periodista que se juega la vida en una investigación sobre las vetas más podridas del poder y más urgentes de la sociedad. Si bien hay una deontología de la Comunicación, no es igual a la del Periodismo. ¿Más claro? El Día del Periodista no es equivalente, y son muy escasos los periodistas mexicanos calificados para este festejo. Como el periodismo es dinámico, algunos ya no tienen derecho a festejarlo, y otros, asesinados, ya no podrán hacerlo. En cambio, un periodista sí tiene derecho a festejar el Día del Comunicólogo. Sí, un título universitario profesionaliza a un Comunicólogo, pero no necesariamente lo hace periodista. Y no, un vocero oficial no es un periodista, es un comunicólogo.
La confusión se ha fomentado desde que los medios de comunicación más poderosos han desplazado a los periodistas para imponer a comunicadores con habilidades para expresarse y con carisma, es decir, proyectando en ellos una imagen diseñada por la empresa, no una imagen que represente al público. Así, la editorialización de noticias deja de ser un análisis crítico del locutor para convertirse en una postura de la empresa mediática. Lo único parecido al periodismo crítico son las secciones de Opinión, no por lo que dice cada “opinador” sino de acuerdo a la libertad que le concede el medio para decirlo. Mención aparte los reportajes de investigación, socialmente útiles pero que normalmente evitan tocar intereses de la empresa. Me pesa reconocerlo, pero Ricardo Salinas Pliego tiene razón sobre la condicionada libertad de expresión en los medios que controla; no es peculiar, es más o menos lo mismo que en otros medios. Con algunas limitaciones sin duda, pero el finado arquitecto Héctor Benavides fue un gran comunicador y un gran periodista. Pudo navegar en las aguas turbias de la comunicación corporativa imponiendo a veces no muy sutilmente sus principios periodísticos aprovechando su larga trayectoria en los medios y su popularidad. Localmente, fue el último periodista-comunicador de su especie con presencia continua en los medios; no dejó herederos, no hay sucedáneos suyos en algún medio corporativo ni alternativo.
Este Día del Comunicólogo tiene un significado especial. El uso de la Comunicación como recurso de control social no de información, no sólo en el ámbito político, ha sido constante y cada vez más sofisticado durante varias décadas (“¡Recuérdame!”, dijo un gansito deliciosamente tóxico). En los últimos años se llegó a extremos vergonzosos cuando muchos medios de comunicación comprometieron su credibilidad usando sus contenidos para impulsar intereses comunes con grupos bien identificados del poder político y de poderes fácticos, sobre todo empresariales. Al depender de tácticos ajenos a la Comunicación noticiosa y periodística, se acabó desgastando a medios y comunicadores, y degradando a periodistas.
El éxito de la comunicación no está en imponer criterios sino en hacerlos coherentes con la experiencia directa del receptor de los datos; no se cambia la realidad, se describe. Tal vez la mejor celebración a los comunicólogos sería dejar el brindis para después y reflexionar en sus métodos, sus procesos y sus objetivos. Aun si deciden ser voceros de grupos políticos o empresariales, muy su decisión y muy respetable, pero es urgente replantearse y reinventarse frente a un público cada vez menos inocente. Está en manos de comunicadores y medios que esta sea la celebración de un renacimiento o los ensayos de un funeral.
En fin. Es Día del Comunicólogo, y por añadidura también del Periodista, un invitado incómodo sin duda. ¡Felicidades!