Recuerdo que la tuve frente a mí cantándome “Do You Know Where You’re Going To”, mientras yo me levantaba de mi asiento y de menera atrevida le planté un beso en la mejilla.
Su mirada era intensa, amorosamente intensa.
Ella altísima, bellísima, con un cuerpo de Diosa y una cabellera negra, inmensamente negra.
Yo fui el elegido de ella para que me cantara una canción.
El Auditorio Nacional estaba a su máxima capacidad y no era para menos, ahí estaba cantando la mismísima Diana Ross.
Eran los tiempos en los que yo como reportero en El Diario de Monterrey me apuntaba para ir a México en “camionazo” de ida y vuelta para cubir un concierto de ese nivel.
Me tocó ir un par de veces a reseñar presentaciones de Sting, Chicago, Luciano Pavarotti, Placido Domingo y muchos pero muchos más.
Era llegar a México en camión tipo 6 de la tarde, y “arráncate” al Auditorio Nacional y era de llegar “raspando” al concierto y acabándose, de nuevo la misma acción, corriendo a la central de autobuses para llegar a Monterrey por la mañana con la noticia fresca del evento.
No había la magia del internet, no había la magia de las fotos digitalizadas, no había la magia de la inmediatez.
Ah, pero cómo se disfrutaba esa adrenalina.
En un ocasión me llevaron a México a entrevistar a Alejandro Fernádez por el lanzamiento de su nuevo álbum producido por Emilio Estefan.
Al llegar al hotel, mi “tirada” era entrevistar a Emilio Estefan.
Y que me lo topó en el lobby y que se acuerda de mi, y que nos ponemos a platicar y que le hago una padrisima entrevista.
Eso sí, lo entrevisté a antojo, sin medir tiempos, A Emilio Estefan y su esposa Estefan los conozco gracias a mi ex cuñado Carlos Alberto Novoa y mi hermana Bertha Alicia Gonzalez Arritola, ellos tenían una revista de espectáculos en Houston llamada “Enfasis” y Emilio y Gloria los frecuentaban mucho en casa, incluso hasta llegué a viajar con ellos, son todo un agasajo.
De repente, llega ante nostros Alejandro Fernández y le dice a Emilio,..”¿Nos vamos?”.
Lo veo, miro el reloj, me doy cuenta que Alejandro medio se “burlaba de la situación”, de mi asombro al ver que el tiempo se me había ido volando.
“¿No me regalas 5 minutos Alejandro para entrevistarte?” le pregunto todo avergonzado por no haber estado en su entrevista ni en el espacio y tiempo destinado para mí.
“Sólo 5 minutos Arritola, sólo 5 minutos..” me dice con voz de “raza” el mismísimo Alejandro.
Los tres nos echamos a reir.
Pero por supuesto que no fueron tan sólo 5 minutos.
Hora después aún estaba charlando, ya no con Alejandro, sino con los dos, a risa abierta y con copas de tequila que yo jamás probé…¡odio el olor del tequila!
En aquellos tiempos había magia en el espectáculo.
Había magia en los artistas.
Había magia en la prensa.
Había magia en la relación artista/reportero.
Aveces me pregunto…¿realmente se acabó la magia o será que se acabó el espectáculo?