El PRI de Alejandro Moreno “Alito” dejó de ser un partido para volverse una franquicia.
De ahora en adelante, “Alito” hará de su eternidad mercantil priista un modus operandi apto para el gobernante en turno. Será un partido puesto para el mejor postor.
En pocos años, el PRI no tendrá más preponderancia que el partido Verde. Ese achicamiento no es conveniente para la democracia mexicana pero sí para los intereses de los mandamases internos como “Alito”.
El PRI fue durante los años de la dictablanda en México una agencia de colocaciones.
Fundó instituciones sociales, generó un sistema corporativo que fue muy útil para gobernar, pero no para gobernarse.
Dividir en sectores a una sociedad facilitó la gestión pública, aunque el estilo de compartimentos estancos derivó en populismo y falta de autogobierno. Luego barrió con el resto el neoliberalismo salinista.
Los presidentes se volvieron monarcas en línea transexenal, como decía Daniel Cosío Villegas.
Dicho de otro modo, el PRI no era un partido, sino un entero.
Sin embargo, en Nuevo León el PRI se cocía aparte.
Era una especie de reproducción mejorada del espectro tricolor nacional.
“Alito” terminó con esa diferencia que distinguía a los priistas nuevoleoneses.
La ola de la democracia también extinguirá al PRI de Nuevo León, no quedará más que humo, polvo, nada.
De nada importará que pateen las puerta de la entrada del PRI. Hasta las puertas acabarán robadas por sus propios moradores. ¿RIP al PRI? Sí. Que en paz descanse.