Omar Páramo / Erik Hubbard / UNAM Global TV
Dicha cantidad puede ser hasta cuatro veces mayor que la consumida en sus hogares y eso tiene un costo ambiental, advierte Adriana Islas, académica de la ENES León
Para promover prácticas más responsables tanto a nivel ecológico como social, desde 2022 la UNAM imparte la licenciatura en Turismo y Desarrollo Sostenible
Varía según el lugar y época estacional, pero un turista puede gastar hasta cuatro veces más agua en los lugares que visita que la que consumiría de cotidiano en casa. Si bien ello tiene un impacto inmediato en la calidad de vida de los lugareños, en el largo plazo nos afecta a todos, pues la escasez hídrica ya es un asunto de alcance global, indica Adriana Islas, responsable de la licenciatura en Turismo y Desarrollo Sostenible, carrera de nueva creación que, desde 2022, se imparte en la Escuela Nacional de Estudios Superiores unidad León, de la UNAM.
A decir de la académica, el desabastecimiento de líquido que puede provocar este tipo de actividad es un problema sobre el cual se comenzó a reflexionar hasta hace muy poco, tanto que apenas el año pasado el World Travel & Tourism Council calculó, por primera vez, a cuánto asciende la huella hídrica del turismo en el planeta. Los resultados de este ejercicio inédito fueron presentados en la Conferencia de la ONU sobre el Agua 2023, donde quienes se dedican al sector se comprometieron a impulsar prácticas mucho más sustentables.
A nivel global, el turismo usa poco menos del uno por ciento del agua dulce disponible en el mundo; en contraste, México (según datos de la Semarnat de 2019) consume el doble de dicho promedio. “Aquí se destina el dos por ciento de las reservas hídricas a la industria turística. Hoy, que gran parte del territorio nacional atraviesa un proceso de sequía, esto es un llamado a modificar hábitos y a ser más responsables”.
La maestra Islas admite que, al vacacionar, a todos nos gusta ducharnos sin prisa y tener siempre a mano toallas esponjosas junto a la regadera, y sábanas fragantes sobre la cama, pero ello tiene un costo ambiental. “En respuesta, cada vez son más los hoteles que invitan a sus huéspedes a solicitar que no se lave su ropa de cama y baño a diario, iniciativa que cada vez goza de mayor aceptación”.
Algunos estudios sugieren que medidas como ésta representan un ahorro de hasta 50 litros de agua por persona, algo que multiplicado por los millones de individuos que abarrotan, año con año, los sitios de turismo masivo, nos da una idea de lo mucho que podemos disminuir nuestra huella hídrica a base de ir sumando pequeñas acciones.
¿Y qué tanto son 50 litros? Según la OMS, ésta es la cantidad mínima (la máxima deberían ser 100) que una persona requiere para satisfacer sus necesidades diarias, incluyendo líquido para beber y cocinar, y de aseo personal y doméstico. Sin embargo, en nuestro país no se ha tomado conciencia plena sobre el tema, como muestra el hecho de que, mientras una persona en Mozambique sobrevive con 10 litros al día, el mexicano promedio consume 366, según refiere ONU-Habitat.
El año 2050 está a la vuelta de la esquina, fecha en la cual una de cada cuatro personas del mundo padecerá escasez de agua, lo cual, a decir de la profesora Islas, nos obliga a actuar ya. “Cada vez hay más establecimientos de hospedaje, parques y restaurantes con distintivos y certificaciones como la EarthCheck o la H2O, que garantizan prácticas sustentables, pero los esfuerzos no deben recaer en una de las partes, nosotros debemos aportar. Es un asunto de autorresponsabilidad”.
Para la académica, más allá de una mera ocasión para el ocio y solaz, visitar un destino turístico es una oportunidad para aprender de los ecosistemas locales y de las necesidades de quienes viven ahí. “Tomar esa conciencia es un abrir los ojos. No se trata de dejar de viajar, sino de modificar viejos hábitos. Cerrar bien los grifos, tomar duchas cortas, alojarnos en recintos con buenas prácticas hídricas y no pedir que laven nuestras toallas y sábanas a diario, es buen punto de inicio”.
Una carrera para los nuevos tiempos
“Disruptiva, única, innovadora y con visión de futuro”, así describe la profesora Adriana Islas a la licenciatura en Turismo y Desarrollo Sostenible, carrera de nueva creación que busca formar a profesionales capaces de abordar los desafíos actuales de manera responsable y ética. “Aún no se gradúa la primera generación y ya tenemos a muchos de nuestros estudiantes en campo, en busca de soluciones”.
En un escenario donde cada vez hay más lugareños quejándose de la devastación, carestía y escasez de recursos que provoca el turismo masivo en sus localidades (una de las manifestaciones más visibles tuvo lugar hace un par de meses en Tenerife, España, donde 57 mil personas marcharon bajo la consigna: “Canarias tiene un límite”), plantearse nuevos paradigmas resulta ineludible.
“A eso nos referimos con desarrollo sostenible, a proponer modelos que no comprometan las necesidades de las generaciones actuales o futuras. Con miras a ello, nuestro alumnado realiza trabajos colaborativos de investigación, visita comunidades para escuchar sus demandas y participa en brigadas de capacitación turística”.
En palabras de la académica, el impacto social de estos futuros egresados será considerable, pues algo que no debe olvidarse es que el turismo no es algo de ocasión, ocurre siempre. “Solemos relacionar dicha palabra con vacaciones y veraneo, pero turismo también son nuestros viajes por trabajo o los que hacemos para asistir a convenciones o recibir atención médica, por poner pocos ejemplos”. Por ello, la profesora Adriana Islas dice aguardar con entusiasmo el 2027, año en que se titularán los primeros licenciados en Turismo y Desarrollo Sostenible. “La carrera es de 10 semestres, tiempo en el que los jóvenes habrán adquirido los conocimientos necesarios para ser agentes de cambio. Es evidente: se han hecho muchas cosas sin planeación y sin considerar que hay un límite para las personas que pueden recibir los lugares que visitamos. Es tiempo de mostrar que sí hay otras formas —y mucho más responsables– de hacer turismo”.