A los que nos apasiona el periodismo, sobre todo la televisión, sabemos bien que la cámara suele ser muy cruel y no me refiero aquel apotegma que siempre refiere que, para llegar a estar frente a la cámara, hay que pasar por la recámara.
No, me refiero a que la televisión como tal es ruda y sin amigos, te da todo, pero en un minuto se lleva todo, como pasa con las tormentas… o las esposas.
La televisión no te permite envejecer, mal vestir y en ocasiones hasta verte con unos kilos más, o unos cabellos menos y son casos excepcionales que son nones y no llegan a tres que el Padre Cronos te margina en tu exacta dimensión y si no los aceptas será peor, por doloroso, como le sucedió a Héctor Benavides que llegando a ser un ícono del gallinero regio y con todo el afecto que tuvimos por él y su carrera, terminó causando lástima, repitiendo las entrevistas que había realizado hace muchas décadas a lo que a la inmensa mayoría, no interesaba.
A ti te lo digo mijo, entiéndelo tú mi nuera…
Caso excepcional fue el gran Jacobo Zabludovzky, que jamás perdió el perfil, la elegante presencia mucho menos la cultura ni la preparación.
Un don extraordinario su capacidad inteligencia y memoria amén de su dedicación que al paso de muchos años jamás faltó a su obligación de dar brillo a sus programas, hasta una semana antes de subir al tren que no tiene regreso.
La oportunidad, solía decir: es una mujer bella que pasa por tu casa muy de mañana y si estás en la puerta, te vas con ella. Pero, así como bella suele ser casquivana, si tu no estás en ese momento, se irá con otro y difícilmente regresa.
La otra, es de otro grande de la televisión.
Joaquín López-Dóriga: “Nunca pidas vacaciones, cuando regresas tu silla está ocupada por alguien que cobra menos que tú y presume hacer el mismo trabajo”.
De ahí la frase célebre cuando anuncia sus ausencias: “Estaré ausente unos días debido a unas vacaciones, no merecidas, sí necesarias.”
¿Por qué les platico todo esto?
La inminente renuncia del señor Joe Biden a ser el candidato a la presidencia de los Estados Unidos es, dirían los cursis, “crónica de una muerte anunciada”, que, aunque no deseada por algunos, sí esperada por la mayoría.
“El tiempo es inexorable, no da vigor perdurable y aunque en rico pasto agosto, cada día está más angosto” dice en su poema Andrés Z. Barba en el Soliloquio del toro viejo.
La política igual que la televisión, es cruel en demasía y no tolera que te hagas viejo, mucho menos que pierdas la memoria o que el olvido te traicione, ya ni hablemos de tropiezos y caer al suelo, aunque esté alfombrado.
Si esto sucede con frecuencia, es augurio fatal que hueles a cadáver y tus días-horas, están contadas, aunque tu rival sea un mentecato mercenario que muchos rechazan, pero veneran y para muestra un bastón: una bala que pensaba acortar su calendario, le dio la oportunidad de seguir viviendo y aspirando a la silla que tenía perdida porque el anciano Biden con todo y sus tropiezos le ganaba las primeras planas hasta que llegó el atentado.
Hoy los mexicanos tenemos más miedo que esperanza. El “gran amigo” que presumía “El Cocodrilo”, ha mostrado sus dientes y voraz apetito, sobre todo cuando se ayuntó con un vice-presidente, J. D. Vance que es más maldito que los malditos cuando está de mal humor.
