Nos hemos estado preocupando excesivamente por la ratificación de las elecciones mexicanas -incluyendo las patadas de ahogado de la señora gobernadora de Nuevo León quien perdió la alcaldía de su capital por unos cuarenta mil votos- o por el destino fatal que nos une al resultado de las elecciones en los Estados Unidos el cinco de noviembre próximo. Pero…
La dictadura de Hugo Chávez en Venezuela, que le heredó a Nicolás Maduro con todo y sus pajaritos parlantes, acordó en octubre del año pasado el Acuerdo de Barbados con sus opositores, estableciendo un nuevo ámbito y unas probables elecciones presidenciales libres y democráticas. Dichas elecciones se van a dar el próximo domingo 28, dentro de 72 horas. No hay muchas esperanzas de que la oposición que encabeza la señora María Corina Machado, impedida de postulación, y que lleva de candidato a Emundo Gonzalez Urrutia a la presidencia de la República, se haga del poder. el Chavismo no quiere dejarle. Por el chavismo va, naturalmente, Nicolás Maduro.
Hay un buen porcentaje de ocho millones de venezolanos que el domingo que viene no podrá votar por una simple razón: ya no viven en Venezuela. Ocho millones de venezolanos constituye la diáspora importantísima de venezolanos que, por el momento, carecen de Patria, aunque no de sueños.
Se trata de la más grande migración de pueblos americanos que se ha dado en la historia. Muchos se fueron a Colombia, con la esperanza de un pronto retorno; otros están en Miami, el sueño americano de los caribeños. Otros tantos vagan por las calles mexicanas; me da pena decirlo, muchas bellísimas jóvenes del Arauca vibrador están de prostitutas en nuestro país.
Si Maduro no triunfa en las elecciones del domingo, que legitime su mandato, ha prometido un “baño de sangre” para su país. Generalmente, los demagogos de esta ralea, cuando prometen baño de sangre quieren decir precisamente eso.
Por lo pronto, las invitaciones a representantes de la Unión Europea, Brasil o Argentina para dar testimonio extranjero de la legalidad del proceso, han sido retiradas. La ropa sucia, diría Maduro, se lava en casa.
Ya veremos la noche del domingo cuánta inmundicia guardan los calzones rotos.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): cuando estas líneas se lean, si se leen, los juegos de la olimpiada de este año habrán sido espectacularmente inaugurados en París. Como debe ser, los organizadores habrán echado la casa por la ventana para conquistar los mercados del mundo. Como si París lo necesitara. Alrededor de un centenar de jóvenes mexicanos acuden a competencias donde tienen posibilidades de medalla, como el Tae Kwan Do, el tiro con arco, el nado estético sincronizado, tal vez el boxeo u otra oscura disciplina.
Tengo sentimientos encontrados. Como mexicano, deseo intensamente que nuestros muchachos ganen todas las medallas que puedan en su desempeño. Al mismo tiempo, quisiera que fracasaran todos. Los triunfos que indudablemente obtendrán, los va a presumir Ana Gabriela Guevara en Palacio Nacional como si fueran mérito suyo. Es plenamente sabido de los manejos fraudulentos de millones de pesos en la Conade de la señora Guevara y de su cínico rechazo a los atletas mexicanos que han tenido que juntar sus fierritos para ir a competir con los colores de nuestro país. No sé qué sentir.
