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El aumento de satélites en órbita afecta la investigación astronómica

Rafael Paz / UNAM Global TV

¿La órbita terrestre tiene problemas de tránsito denso? La comunidad científica así lo piensa, ya que la cantidad de satélites artificiales ha comenzado a entorpecer la investigación astronómica que se realiza desde la superficie del planeta.

“En los últimos cinco años se ha lanzado más o menos la misma cantidad de satélites en órbita baja que en todo el resto de la historia”, anotó René Ortega Minakata, encargado de Divulgación y Comunicación de Ciencia en el Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM. Y agregó: “Estamos hablando desde el Sputnik en 1957 hasta hace unos cinco años, y luego, de ese lustro para acá, es una cantidad similar de satélites. Y en los próximos años se esperan muchos más, alrededor de 10 veces más”.

Según la Union of Concerned Scientists (https://blog.ucsusa.org/syoung/how-many-satellites-are-in-space-the-spike-in-numbers-continues/), un grupo sin fines de lucro creado por 250 investigadores en Estados Unidos interesado en poner a la ciencia rigurosa e independiente a resolver los problemas más apremiantes de nuestro planeta, a finales del 2022 había 6,718 activos orbitando, lo que significó entonces que en un año se habían añadido 2,000 a las operaciones de todos los países del mundo.

“La expansión masiva de los activos espaciales que comenzó en 2020 sólo ha continuado aumentando en un promedio de casi el 30 % en cada uno de los últimos tres años”, añadieron los investigadores.

La cifra no ha parado de crecer. Según números difundidos por Look Up Space –una organización que se dedica a monitorear infraestructura en riesgo debido a la congestión espacial, la proliferación de desechos y las amenazas orbitales–, para el 19 de junio del 2024 se contabilizaron 10,019 satélites activos, de los cuales dos tercios (6.646) pertenecen a Starlink, creados por la compañía SpaceX que espera aumentar el número a 30,000 en los próximos años.

También registraron cerca de 3,200 etapas de cohetes (las partes del vehículo que se desprenden conforme avanza su trayecto) y 13,326 fragmentos de escombros se encuentran en órbita.

Sin embargo, los números podrían ser mayores. Un estudio de la Universidad de Columbia Británica, en Canadá, publicado por la revista Science (https://www.science.org/doi/10.1126/science.adi4639) recalca que según su investigación sólo entre 2017 y 2022, diversas naciones presentaron de forma colectiva más de un millón de aplicaciones para 300 sistemas de constelaciones de satélites ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, por sus siglas en inglés), el organismo especializado en telecomunicaciones de la ONU. Así luce actualmente: https://www.keeptrack.space/app/

Consecuencias

“Es un problema el número de satélites artificiales, porque éstos tienen un brillo particular, sobre todo los que están en órbita relativamente baja; alteran o se interponen entre la imagen de los objetos que queremos observar y nuestros telescopios”, argumentó René Ortega Minakata.

El especialista mencionó que éste no es un problema que se pueda solucionar con enviar telescopios u otros instrumentos de medición a la órbita, ya que “la mayoría de los satélites artificiales están en órbitas ligeramente más altas que los observatorios que se han lanzado, a excepción del telescopio espacial James Webb, el cual se encuentra mucho más lejano”.

La problemática, agregó el universitario, se extiende más allá de la astronomía observacional y los telescopios o las soluciones astronómicas en luz óptica o infrarroja, porque también afecta las ondas de radio.

“Todos estos satélites hacen un uso intensivo del espectro en ondas de radio para transmitir su información. Y en algunos casos están usando bandas que son importantes para la astronomía, ocasionando mucha mayor interferencia y dificultando la comunicación con los observatorios espaciales”, describió Ortega Minakata.

Un estudio difundido por The Astrophysical Journal Letters titulado “Impacto de los satélites SpaceX Starlink en las observaciones del estudio de la instalación transitoria de Zwicky” (https://iopscience.iop.org/article/10.3847/2041-8213/ac470a) respalda dicha idea. La publicación detalló que al analizar las observaciones del Archivo ZTF recopiladas entre noviembre de 2019 y septiembre de 2021 se pudo deducir que 5,301 trazas satelitales (líneas de luz presentes en las imágenes) pueden atribuirse a los satélites Starlink.

“Descubrimos que la cantidad de imágenes afectadas aumenta con el tiempo a medida que SpaceX despliega más satélites. Las observaciones del crepúsculo se ven particularmente afectadas: la fracción de las imágenes con trazas tomadas durante el crepúsculo se incrementó de menos del 0.5 % a finales de 2019 al 18 % en agosto de 2021. Estimamos que una vez que el tamaño de la constelación Starlink alcance los 10,000, esencialmente todas las imágenes ZTF tomadas durante el crepúsculo pueden verse afectadas”, especifica la investigación.

Falta de legislación

Aunque la ITU busca regular de manera general la puesta en órbita de satélites y coordinar entre distintas empresas y países, para René Ortega el esfuerzo ha sido insuficiente. A esto debemos sumar que las compañías responden de forma más directa a las normas de su nación de origen, generando que no haya protocolos uniformes y que muchas veces las normativas no incluyen en su espectro a la investigación astronómica.

“Hay legislación en Europa, Estados Unidos y algunas otras naciones; esas compañías se deben sujetar a ella. Las empresas más conocidas se encuentran en Estados Unidos y tienen que cumplir la normatividad de ese país; sin embargo, no consideran la afectación astronómica; pero sí el uso del espectro radioeléctrico o cómo se debe desorbitar un satélite que ya no funciona, pero no toman en cuenta, por ejemplo, el brillo del satélite en el cielo nocturno”.

Añadió: “La comunidad astronómica se acercó a estas compañías en años pasados vía la Unión Astronómica Internacional, y también de manera individual, para sugerirles cambios en el diseño de sus satélites y así disminuir considerablemente el brillo en el cielo. Pero, de manera general, la comunidad astronómica no fue escuchada”.

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