“Lo poco que he aprendido carece de valor, comparado con lo que ignoro y no desespero en aprender”
René Descartes
El “benchmark” es una práctica común en las empresas en las que se se estudia a la competencia para identificar las mejores prácticas y adaptarlas a su entorno con el objetivo es mejorar la eficiencia y competitividad. En términos simples, llanos y rasos, es analizar casos de éxito para adaptarlos (“tropicalizarlos” dicen los nuevos genios de la mercadotecnia política) y ponerlos en práctica.
Pero las teorías gerenciales no le llegan ni a los talones a la sabiduría popular, de manera que cuando uno anda como aquel tipo de la canción “La Mesera”, que ya te anda de hambre, no te detienes a comer en el puesto de tacos que está vacío, por más urgencia que traigas, sino que buscas uno medio lleno o de plano hasta el mil de gente, porque sabes que ahí estarán los mejores bocados.
Con este ejemplo y dando por sentado que es bueno y útil el mentado “benchmarking”, no alcanzo a comprender qué diantres anda haciendo el alcalde de Escobedo, Andrés Mijes, preguntándole a Miguel Treviño sobre sus parques. ¿Qué no hay otros lugares en el mundo en donde existan parques bonitos, bien hechos y que no hayan causado enormes controversias con los vecinos?
Peor áun, ¿cuál es la imagen que proyecta Mijes al ir a pedir consejo a un homólogo que concluye su gestión repudiado por las mayorías? Porque los parques podrán estar bonitos, pero a Miguel nadie lo quiere.
Tener parques bonitos es importante, pero deja de serlo cuando a sus costados existen vecinos sin agua ni servicios, cuando las calles están llenas de baches, cuando no encienden las luminarias, cuando hay inseguridad.
Los parques lucidores cuestan y mantenerlos así cuesta más. ¿Qué pensarán los escobedenses cuando vean los sistemas de riego funcionando en el parque y a ellos no les llegue el agua?