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Toda revolución es cruenta

5 Yo no voté por don Andrés. Iba a hacerlo, pero ese día acabé postrado con una severa crisis gástrica. El caso es que yo esperaba unas elecciones difíciles. Yo y todos los mexicanos teníamos la experiencia de ver nuestro voto disuelto en chicanadas legales, ya desde el IFE/INE, ya desde el TRIFE. Las cartas de nuestra moderna “Pax Porfiriana”, aquel sangriento “Orden y Progreso”, apostaban a la inercia y a la decepción resignada de los electores. Ricardo Anaya, por el PAN, no generaba ninguna empatía fuera del panismo institucional y ritual. Lo más admirable de Anaya era, es, su dicción robóticamente enfática. José Antonio Meade, el gallo del PRI, era otro perfecto desconocido para los electores. Ni simpático ni empático. La apuesta era al manejo eficiente de los cuadros priistas y la eventual colusión con autoridades electorales. ¿“El Bronco” Rodríguez? Un mal chiste. ¿Margarita Zavala? Renunció a tiempo. Demasiado frescos en la memoria del elector la matanza causada por su marido, y la injusticia descarada contra los afectados de la guardería “ABC”. García Luna todavía no era un factor determinante. El “pueblo sabio” dejó su inercia y otorgó su voto masivo a don Andrés. Pero no fue un acto de sabiduría sino de desesperación. Imposible para el PRI, el PAN y sus aliados institucionales, revertir esos resultados. No estaban preparados para esa contingencia. No la vieron venir. Ahora que asume el gobierno la presidenta Sheinbaum siguen atontados. De nuevo no la vieron venir. Esta vez no fue desesperación sino politización y lealtad a un movimiento social. Pero la oposición, ese espectro variopinto, sigue culpando a todos de su derrota. No asume que lo derrotó el electorado y no una alianza de partidos. Siguen tercos, ahora incluso inventando leyes para proteger el último reducto de la oligarquía: el Poder Judicial.

4 Al final de cada sexenio se presumen logros. Sean reales o pura ficción, el mandatario saliente expone las bondades de su régimen. El sufrido “pueblo sabio” siempre tuvo manera de corroborar esas “bondades”. Más allá de las cifras, que sólo son números, cada ciudadano compara los dichos con los hechos. Presidentes, gobernadores, alcaldes, e instituciones en general, suponen que el pueblo se apendeja con cifras positivas, festejos, promoción en medios y confirmación en voz de “analistas” y “comentócratas”. Un tal Carlos Marín, por ejemplo, “cabeceó” uno de sus vitriólicos textos sugiriendo que el legado de don Andrés ha sido sembrar odio. Ya no funciona ese truco. Insólito que uno de los principales agricultores de la insidia y el desprecio se atreva a decir eso. Y como él, otros. El “pueblo sabio” ya calificó hace mucho a Marín con un untuoso escupitajo. No fueron los hilos de la Virgen sino las babas del diablo lo que recibió. Contra los viejos grandilocuentes fines de sexenio y aquellos panegíricos de los comentócratas a sueldo, el sexenio de don Andrés afinó la comprensión del “pueblo sabio” despojando al lenguaje oficial de culteranismos políticos y exhibiendo la parcialidad de medios y comentócratas. Nunca fue tan fácil contrastar la información oficial y mediática con la realidad inmediata. “Lo que se ve, no se pregunta”, diría el clásico; así diríamos que lo que se ve, lo que se siente, no admite los sofismas churriguerescos de la oligarquía y sus comparsas. La gente califica a don Andrés por lo que ve a nivel de calle, y le corresponde en proporción a lo que siente por eso. Ya podemos agotar el seso evaluando cada rubro de su régimen, pero es la percepción brutal del pueblo llano la que está calificándolo. Un mensaje muy claro para la oposición que, sin embargo, sigue aferrada en enfrentarse a la inmensa mayoría de electores, sigue terca en apelar a razonamientos tuertos cuando la lealtad no se gana así, es pura emoción.

3 Las primeras horas del primer gobierno mexicano presidido por una mujer, fueron dolorosas. En mi caso, por mi artrosis; en otros, por el simple hecho de tener una presidenta; en otros más, por tener una presidenta con formación izquierdista; y en otros, o los mismos, porque doña Claudia simboliza y significa la continuidad de la 4T y, por lo mismo, el desmantelamiento de redes de corrupción calcificadas dentro de los poderes del estado y amancebadas con los poderes fácticos. El 1 de octubre, trabajadores del Poder Judicial y sus “simpatizantes”, se congregaron en San Lázaro desde muy temprano. ¿Qué pretendían? Los trabajos en el Congreso de la Unión no tenían qué ver con la Reforma Judicial. Se trató de un acto protocolario de cambio de poderes, nada más. La turba de los consentidos de la infame ministra Piña no podía impedir el cambio de gobierno, porque era un hecho desde las cero horas de ese 1 de octubre. Tampoco podía revertir esa reforma desde una protesta mañosamente mediatizada. A gritos y con la violencia verbal y física que usan, con toda impunidad por cierto, tampoco podían incidir en la redacción de leyes secundarias. ¿Trataban de empañar la ceremonia de toma de protesta de la presidenta Claudia Sheinbaum? Bien, si era así se trató de un acto eminentemente político, afín a Claudio X González, sus títeres prianistas, y la descolorida marea rosa. Esto confirmaría una vez más que el movimiento y paro de trabajadores del Poder Judicial no es un asunto laboral o de derechos humanos, sino de intereses de partidos políticos y grupos económicos. Eso despierta muchas dudas, entre ellas que con el presupuesto federal se esté pagando sueldos a magistrados, jueces y ministros, que no están trabajando y sí están intentando coartar el ejercicio autónomo de los poderes Legislativo y Ejecutivo, algo que sí hicieron durante el sexenio de don Andrés. Por lo demás, doña Claudia fue enfática y clara al referirse a la reforma al Poder Judicial. Es decir: no hay marcha atrás.

2 Se ha insistido hasta el cansancio que la 4T es una revolución pacífica. Sí, lo es, pero no por eso deja de ser cruenta. Hay crueldad en muchos mexicanos que todavía esperan que el sistema les otorgue la revancha, la venganza en contra de los que lo hundieron en la miseria y la violencia durante décadas. El “pueblo sabio” no se anda con escrúpulos morales ni compasión en esos temas. También perciben crueldad quienes sufren los cambios que con la 4T les ha impedido continuar con latrocinios y abusos al amparo del poder político e instituciones corruptas. He visto cómo los mexicanos, el “pueblo sabio”, se ha resignado, por el momento, a no exigir cacerías contra sus ofensores. El pueblo no entiende qué es el “humanismo mexicano” pero lo practica desde siempre, aunque no exactamente como el de don Andrés. Ese muégano amargo que se autonombra “oposición” debería ser el primero en dar las gracias a don Andrés, porque el expresidente no cedió a la demanda popular de cazar a corruptos y traidores a la patria. Es verdad que la “oposición” hubiese reclamado “persecución política”, ese otro refugio de la impunidad, pero al “pueblo sabio”, la mayoría, le hubiera importado un carajo con tal de ver a esos buitres enjaulados. Don Andrés no sólo impartió educación política, también moral y casi cristiana. Pero, con la pena, el “pueblo sabio” ya tenía sus propios parámetros morales, y asumía su cristianismo con rectitud católica: no hay pecado sin castigo, para eso se inventaron el Purgatorio y el Infierno. Don Andrés, el tránsfuga del Palacio Nacional, el anacoreta de Macuspana, exhibió, expuso, evidenció y avergonzó (a los que todavía tienen vergüenza), pero arrojó la primera piedra sin permitir lapidaciones. Me quedé sin estrenar mi morralito lleno de piedra bola del tóxico río Pesquería.

1 Mi madre tiene un estómago más fuerte que el mío. Lo demostró cuando aguantó sin vomitar la “opinión” del “intelectual” Héctor Aguilar Camín en tanto se transmitía el cambio de poderes. No fue particularmente agresivo contra doña Claudia y don Andrés. Entiendo que él, como otros, claman por la reconciliación social y la erradicación del odio. Sería una actitud positiva si viniera desde las víctimas de ese odio, no desde sus artífices. El cambio de gobierno, que no de régimen, supone un cambio de estilo que ya se empieza a ver en los discursos y mañaneras de doña Claudia. Don Andrés ya no está, ni va a defenderse. Satanizar al ausente no solamente evidencia inquinas y obsesiones, también hay plan con maña. Hasta ahora, las posturas de los malquerientes de don Andrés intentan “divorciarlo” de doña Claudia. No escatiman espacios ni momentos para afirmar lo que ni ellos creen, sólo sus fanáticos: que el gobierno de don Andrés ha dejado el país en ruinas económicas y sociales. No fue un sexenio fácil ni perfecto, pero ha sido el mejor en décadas. La maña está en “sugerir” a la presidenta Sheinbaum la ruta para “arreglar” el “desastre”. Empiezan por algo que se ve venir: el replanteamiento de la relación entre el Poder Ejecutivo y los medios corporativos. Si bien todo indica que no será una relación tan ríspida como lo fue con don Andrés, no significa que doña Claudia se rinda a las exigencias de esos medios, que no son la libertad de expresión sino los ingresos a costas del erario. Una especie de “chayote” endulcorado. La presidenta Sheinbaum ha dejado clara su postura respecto al gobierno de su antecesor, y ha dejado más claro que no encabeza un cambio de régimen sino su continuidad. Su estilo es distinto, y se irá definiendo poco a poco. Pero de eso a que los grandes farsantes de la comentocracia recuperen espacios y poder, hay una enorme diferencia. Es más, no se puede dar continuidad a la 4T como movimiento social cargando con esas rémoras. El descrédito y la desconfianza en un comunicador, medio o analista, no tienen antídoto social, ni político.

0 Una cosa es tantearle el agua a los camotes y otra es salpicar cuacha del estercolero judicial. Por enésima vez, el cártel de la toga intenta imponerse ya no a uno sino a los otros dos poderes del estado. La rebelión de los togados determina que sí tiene facultades para revisar la iniciativa de reforma al Poder Judicial para determinar si vulnera el principio de división de poderes. Es un reto doble. Por una parte al Congreso de la Unión, y por otra a la flamante presidenta Sheinbaum. No es novedoso, porque durante el sexenio de don Andrés, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, bajo la presidencia de Norma Piña, invadió la autonomía de sus pares impidiendo sistemáticamente cualquier reforma, favoreciendo cualquier acción contra los recursos y derechos del pueblo mexicano. Ahora pretenden “revisar” una reforma constitucional aprobada por el Congreso de la Unión y una mayoría de congresos estatales, además publicada ya en el Diario Oficial de la Federación. Es decir, no es una iniciativa, ¡es una ley constitucional! Esto no tiene otro nombre que golpe de estado. Eso es consecuente con la tibieza con la que hasta ahora se ha enfrentado a la vesánica ministra Piña y sus secuaces. El “movimiento” de los paristas judiciales es uno de los más impopulares que se han desplegado en el país. El Poder Judicial es considerado por los ciudadanos como uno de los más corruptos, sólo superado por los agentes de tránsito que, en comparación, más que corruptos son pordioseros. El Poder Judicial ha favorecido, evidentemente, tanto a delincuentes como a grupos políticos. Es en el Poder Judicial en donde se amamanta a la impunidad desde hace décadas. La decisión de una pandilla de magistrados, sustentada en una ley interna y no en una norma constitucional, no puede tener valor alguno frente a una de las principales exigencias del electorado, porque esa reforma fue bandera electoral de Claudia Sheinbaum. Este reto ya no es sólo una bravata, es a todas luces subversión. Los mexicanos no esperan cruce de diatribas, ni bloqueos en las calles, ni marchas agresivas. Hay alrededor de 36 millones de mexicanos que esperan acciones contundentes a lo que a todas luces representa una amenaza real y muy seria contra la democracia y contra la soberanía del pueblo. Los tradicionales guardianes de la impunidad ya no deben seguir siendo impunes. No balazos contra estos corruptores de la ley, pero tampoco abrazos. La ley a secas contra lo que a todas luces es una insurrección que no nace de una exigencia popular sino de intereses facciosos, animados cuando no patrocinados por intereses políticos y económicos internacionales. A estas alturas, lo que el “pueblo sabio” ya no quiere son evasivas ni compasión. La 4T es su revolución, y tiene todo el derecho a ser cruel cuando sea necesario… o incluso, nada más de oquis.

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