Las conozco todas. Las palabras soeces no me asustan; me disgustan, como me disgusta la suciedad. Sobre todo, me disgustan las leperadas que parecen estar de moda ahora en el vocabulario cotidiano de los jóvenes. Ni siquiera son las palabras soeces de antaño…ahora son más vulgares, burdeleras, cargadas de una connotación sexual propia de un lupanar. Hombres y mujeres por igual, aderezan sus conversaciones con cualquier cantidad de majaderías de la peor ralea, conjugándolas de todas las formas posibles ya sea como verbos o como sustantivos. Sapos y culebras brotan de sus bocas maledicentes. Eso sí, bocas muy “estéticas” de labios rellenos y carillas dentales de porcelana.
Hace no mucho estuve en un restaurant donde, en la mesa de junto estaban tres muchachas muy jóvenes. Las tres muy bellas (casi todo mundo es bello en sus veintes), bien vestidas, luciendo melenas largas e impecablemente cuidadas, impecablemente arregladas, las tres chicas parecían modelos de revista. ¡Ah pero qué manera de echarlo todo a perder nomás abrían la boca! No solo hablaban a todo volumen, sino que además, curiosamente y por principio de cuentas, al parecer las tres se llamaban “Wey”. Arrebatándose la palabra, cada una encontraba la forma de terminar sus frases con un: “No mam…s” “A la vrg..” “¡Me vale un cul…!” “¡P*ta M*adre wey!”…De tan mal gusto, no solo por lo altisonante, sino por el exceso de uso y abuso de tan rampante vulgaridad.
Un rato después, llegaron tres muchachos y se sentaron en la mesa con las chicas. Muy guapos los tres, pero igual de léperos y majaderos. No es que uno ande metiéndose en conversaciones ajenas, es que aquella conversación (muy ajena en alto volumen y baja calaña) invadía todo el espacio. Una verdadera lástima. Y lo peor es que creen que es muy “cool”. Si así se hablan cuando están contentos, no quiero ni imaginar cómo se hablarán cuando estén enojados. Las palabras tienen carga energética, las palabra soeces, como la basura, tienen una energía muy negativa.
La mayoría no reconoce que la violencia empieza por el lenguaje. Ahí es donde se rompen las barreras y se cruzan las líneas del respeto para con uno mismo y los demás.
Usar indiscriminadamente lenguaje soez, no es una buena idea, no es sano y refleja una absoluta falta de higiene mental; refleja una falta de consciencia sobre el hecho de que el lenguaje es una herramienta y como tal, es necesario saber cómo, cuando, dónde, y con quién se debe usar.
No soy moralista ni puritana, pero, tengo una tía que siempre ha sido muy elegante y refinada. Y un día, cansada de escuchar a sus hijos hablando a punta de leperadas, salió de su diminuto y frágil cuerpecillo un vozarrón de estruendo y les dijo: “¡No mam..s wey! ¡Ya deja de usar a lo pend..jo esas pinch..s palabrejas de mie..da! ¡Te ves bien cul..ro mandando el idioma a la vrg!”…” “¡Y espérense a que vengan sus “p*tas novias” para que las «pend..jas» oigan lo que les tengo que decir!”
Los dos hijos de mi tía se quedaron mudos y con el ojo cuadrado al escuchar a su madre pronunciando semejantes palabrotas de modo tan corriente. Ella les hizo ver cómo era que con el vocabulario que ellos elegían usar, estaban contaminando el ambiente de la casa en general. Ojalá pronto pase esta mala moda y se den cuenta de lo desagradable que es..
