Y todavía le llaman el buen fin.
No tiene nada que ver con la supuesta barata gigantesca de los comerciantes mexicanos, que previamente suben los precios de los productos al doble para luego bajarlos a la mitad: esa mala copia del Black Friday es una más de las burlas a la clase media mexicana. Los ricos no buscan gangas; los pobres no tienen ni para soñar. El evento del viernes, día siguiente del de Acción de Gracias en los Estados Unidos, sirve para que los grandes almacenes vacíen sus bodegas de los saldos pasados de moda o descontinuados, para hacer sitio a las nuevas remesas que se van a vender el mes que viene. Y sale.
No. Cuando digo buen fin me refiero a este corte de caja que la Secretaría de Hacienda está obligada a rendir antes del quince de diciembre, me parece, en la forma del presupuesto a gastar el año que viene y las proyecciones de ingresos y crecimiento económico del país.
Inevitablemente, la realidad que nos pinta el secretario de Hacienda es bastante triste, como era de esperarse: el gobierno de la señora Presidente va a dedicar más recursos a los programas de apoyo social, que constituyen la columna vertebral de su compra de votos, y menos a la seguridad, que es lo que más pedimos los que pagamos el sueldo de los que nos gobiernan. De la vieja pensión a adultos mayores a la innovación de Sheinbaum de apoyo a las mujeres de 60-64, pasando por las becas, sembrando vidas y otras mafufadas que le heredó Lopitos, los únicos beneficiarios del gasto público son los que hacen el llamado bienestar social.
A los otros, austeridad franciscana. 16 de las 19 secretarías de Estado, tendrán que apretarse el cinturón, según el presupuesto de egresos que los legisladores aprobarán sin tocarle una coma.
Las más castigadas son, curiosamente, Defensa Nacional (43.8% menos), la que está rechinado de renovada con poderes máximos Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, 36.2 por ciento menos que el año pasado, y la secretaría de Marina, 12.1 por ciento. Las tres entidades que por disposición imperial deben proporcionarnos seguridad y recuperar el amplio territorio nacional en donde el crimen manda.
Más que a su personaje, el actor Héctor Suárez de todos mis afectos, popularizó la frase que identificaba, y lo sigue haciendo, la situación del mexicano: “no hay, no hay…”
Esa es la realidad que la señora Presidente debe enfrentar a base de verbo -porque difícilmente la resolverá con actos- el enorme déficit que le ha dejado su patrono. La deuda pública mexicana supera al cincuenta por ciento del PIB. El producto interno bruto es la suma de todos, TODOS los haberes de nuestro país. Eso se debe.
Digo que enfrentará esa realidad a base de verbo porque la única acción que puede solucionarla significaría el desplome de la base de la popularidad de Morena: reforma fiscal. El gobierno no tiene otra manera de reunir fondos para promover el desarrollo económico mediante obra pública que genere empleo, ingresos y consumo, y a la vez mantener sus caridades. Y todos los gobiernos le tienen miedo a la reforma fiscal, porque saben que todos los ciudadanos de todo el mundo odian pagar más impuestos.
La reforma fiscal que urge en México sin crear nuevos impuestos, esto es aumentando la recaudación, tiene dos vías, que se pueden andar en paralelo: la más fácil es ampliar en automático el cobro del IVA (¡Ay!) a medicinas y alimentos; la que da más trabajo es hacer que la economía informal (aproximadamente la mitad de la economía) pague impuestos.
Nada es fácil; pero de otra manera, si el crecimiento de nuestra economía, según el Banco de México es del 1.7% este año -en junio prometían el 3.2- el que viene puede llegar a cero. Y entonces, si hoy no hay, mañana habrá menos. Ahora, está la puerta falsa de pedir prestado y que pague el que sigue.
Se va a echar la señora Presidente ese trompo a la uña?
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras son peras o son frutas del mismo olmo): Apenas se está acomodando la señora Sheinbaum en la silla enloquecedora y ya están destapando a su sucesor. O ¿será que ya quieren quemar a Omar García Harfuch?