Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes pensadores de la teología medieval, intentó reconciliar la razón y la fe, y para ello formuló “Las Cinco Vías” para “demostrar la existencia de dios”.
Pero hoy en día sabemos que estos argumentos carecen de sustento ante los conocimientos actuales. El desarrollo de la ciencia ofrece explicaciones naturales para muchos de los fenómenos que Aquino atribuía a causas divinas. Aquí refutamos al famoso santo.
La Primera Vía de Aquino: “Todo movimiento implica un motor. Todo lo que se mueve es movido por algo más; por lo tanto, debe haber un primer motor inmóvil que cause todo movimiento, y ese motor es Dios”.
Para empezar, la creencia de Aquino presenta una falacia de regresión infinita, lo que equivale a un círculo vicioso (razonamiento circular). Dice que debe existir un “primer motor” pero no ofrece justificación lógica para no caer en esa falacia. Si la causa debe tener otra causa, no hay razón lógica que justifique la afirmación de que debe existir un primer motor sin causa. Esta afirmación es totalmente arbitraria. Además, decir que el “primer motor” es dios es una falacia de petición de principio, pues supone sin justificación que el primer motor debe ser un ser divino.
La física moderna ha mostrado que el cambio y el movimiento pueden originarse sin una causa inicial “trascendental”. La física cuántica sugiere que las partículas pueden aparecer y desaparecer sin causa aparente, lo que contradice la premisa de que todo movimiento requiere un motor o una causa inicial.
El icónico «Big Bang» como origen del universo no necesariamente requiere de un «motor inmóvil». La expansión del universo puede no tener un propósito o causa externa, sino simplemente ser una condición natural como lo señalan las teorías más recientes (Teoría de Conjuntos Causales).
La Segunda Vía: “Todo efecto tiene una causa, y no puede haber una cadena infinita de causas. Debe haber una causa primera sin causa que originó todas las demás, es decir, Dios”.
Aquino comete nuevamente una falacia de petición de principio al suponer que la causa primera es necesariamente dios. Lógicamente, la existencia de una primera causa no requiere que esta sea un ser divino, podría ser un evento impersonal, como ya se sabe. Además, su rechazo a la cadena infinita de causas plantea una posible falacia de composición. Asumir que si cada evento requiere una causa, el conjunto entero de eventos también debe tener una causa inicial fuera de él. Esta conclusión no es una necesidad lógica. La suposición de que debe existir una “causa inicial” para el conjunto de eventos es un axioma sin pruebas, que es innecesario en un contexto atemporal.
La Tercera Vía: “Las cosas en el mundo existen de manera contingente (aleatoria), es decir, podrían o no existir. Si todo fuera aleatorio, nada existiría. Por lo tanto, debe haber un ser necesario, no aleatorio, que cause la existencia de lo contingente, y ese ser es dios”.
La premisa de que debe existir algo «necesario» para que lo aleatorio exista carece de toda lógica y razón. La existencia de cosas aleatorias no necesariamente requiere un ser necesario. La física señala que las partículas y fuerzas pueden existir debido a leyes naturales, no necesariamente por una necesidad “trascendental”.
Este argumento utiliza la falacia de argumento ad ignorantiam, asumiendo que, porque no podemos concebir un universo sin un ser necesario, entonces debe existir uno. La conclusión de que “debe existir un ser necesario” es, por lo tanto, una inferencia sin justificación lógica. Además, definir a este ser necesario como “dios” no se sigue la lógica, y representa otra falacia de petición de principio.
La Cuarta Vía: “Observamos grados de perfección en el mundo, cosas más o menos buenas, verdaderas, nobles. Esto sugiere un ser que es la fuente última de perfección, al que llamamos dios”.
Pero, los grados de “perfección” son conceptos netamente subjetivos, derivados de la percepción humana. La noción de “perfección” no es absoluta ni objetiva, sino dependiente de estándares culturales, psicológicos y personales. No es evidente que necesitemos postular un ser perfecto para explicar la existencia de grados de bondad o belleza en el mundo. La evolución y los principios de selección natural pueden explicar nuestra apreciación de ciertos grados de perfección como formas útiles de supervivencia, sin necesidad de un ser absolutamente perfecto como referencia última.
La Quinta Vía: “Las cosas naturales parecen dirigirse hacia fines específicos. Este aparente orden y propósito sugieren la existencia de una inteligencia superior que ordena todo, y esa inteligencia es Dios”.
Ley de Información Funcional Creciente nos muestra que el orden aparente en los seres vivos y del universo, puede explicarse sin un «diseñador». La selección natural sugiere que las formas complejas y adaptadas son el resultado de procesos sin dirección consciente, lo que desafía la idea de que la complejidad necesita un propósito o una mente superior. Además, el concepto de “orden” en el universo puede ser simplemente una interpretación humana de patrones que emergen de las leyes naturales, sin una intención subyacente.
Si bien los sofismas de Aquino representan un “pilar” fundamental en la teología cristiana, la falta de evidencia empírica y el progreso en el conocimiento de las leyes naturales hacen que la noción de un dios necesario, primer motor, sea menos convincente para muchos en el pensamiento moderno.
Estos errores muestran que Las Cinco Vías no resisten un auténtico escrutinio lógico y riguroso. La conclusión de que existe un dios, al menos en el sentido lógico, no es una inferencia necesaria a partir de esas premisas. En el análisis lógico y racional, la existencia de dios permanece como una suposición sin una auténtica justificación racional.
Que todos tengan una desmitificante noche.
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Belduque
Periodista y editorialista especializado en temas de misterios, cultura y ciencia.