Es evidente que la señora Presidente se ganó el tigre en la rifa. No son pocas las dificultades que ha tenido que enfrentar en este inicio de gobierno. Sin duda alguna el principal es, y va a seguir siendo un buen rato, el presidente del país de arriba. A pesar de que la señora Sheinbaum ha demostrado buen temple y rápida respuesta, Donald Trump no va a deshacerse de sus malas mañas en su manera personal de negociar. Ya veremos de qué correas salen mejores cueros.
No es menos importante ni delicado el inevitable reto de romper el cordón umbilical -de manera clara, evidente pero sin aspavientos, que le une a su patrón y antecesor. Se trata de gradualmente ir deshaciendo la maraña de compromisos, muchos de ellos anclados en leyes supuestamente irreversibles, cosa que es falsa, que López Obrador supo dejar anclados en sus últimas semanas de imperio. No me cabe duda de que antes de cumplir seis meses de ejercicio la señora Presidente se hará cargo plenamente del poder.
Desde hace mucho tiempo, he reafirmado ni convicción de que el mejor presidente que México ha tenido es Pofirio Díaz. Con él se sale del México agrícola y se incorpora al país a la modernidad. Basta con tomar en cuenta que el sistema nervioso y de circulación que Díaz introdujo llevó al país más allá del siglo veinte: la extracción de petróleo, el esencial sistema carretero y la electrificación elemental, aún inconclusa, son componentes esenciales de ese esqueleto.
De manera especial, los ferrocarriles. Los rieles no solamente trajeron a los revolucionarios del Norte para intimidar a la dictadura ni desarrollaron el comercio de la capital primero con el puerto de Veracruz y luego por el espinazo norte-sur. Los trenes fueron lazo de vinculación de pueblos y rancherías donde hacía parada la ruta.Edificando México.
También tuve la certeza hasta hace cinco años que el peor presidente mexicano había sido el incidental Ernesto Zedillo, quien se sacó la lotería del poder sin haber comprado boleto, a consecuencia del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Zedillo no solo destartaló la economía con el salvamento de la banca estatizada por López Portillo; es cierto que el Fobaproa fue un invento de Carlos Salinas en 1990 haciendo una copia del FDIC norteamericano, que interviene solamente cuando los bancos quiebran, para proteger a los ahorradores. Zedillo, en el 95 lo convirtió en un rescate de la banca privada que todavía estamos pagando todos y seguirán pagando nuestros nietos. Como si fuera poco -y a directo beneficio personal- Zedillo entregó los Ferrocarriles Nacionales de México a empresas extranjeras.
La experiencia del ejercicio siniestro de Lopitos me hace dudar sobre cuál de los dos fue peor.
Pero si Claudia Sheinbaum solamente rescata y reinventa el ferrocarril de pasajeros en nuestro país, ya me doy por satisfecho. Estoy seguro de que habrá medidas semejantes en beneficio de los mexicanos. De manera notable, corrigiendo los caprichos palaciegos de Lopitos. En plazo récord, la señora Presidente va a tender tres mil kilómetros de vías férreas. El doble de las que necesitó el cacique de Macuspana en el todavía inconcluso Tren Maya.
¿Para qué decir más? Solamente mi deseo -que se cumplirá, me cae- de volver a cenar y luego dormir en el Regiomontano, saliendo de la capital para amanecer en mi tierra.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras se aclara si son peras o son sámaras, frutos de bella apariencia pero vanos, de los mismos olmos de antes): Todo mundo celebra la democratización de la información que las nuevas tecnologías nos facilitan. Cualquiera con un teléfono portátil se convierte en reportero, editor y director de un medio. También en mentoriso. Ayer me llegó una “nota” consignando detalladamente la ruptura de relaciones con Canadá gracias a “nuestra excelente presidentA” Sheinbaum. Lo que hay que ver.