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Las guerras de Trump

Aparte de “La guerra y la paz”, de Lev Tolstoi, la guerra no es mi tema favorito en la Literatura, ni en el cine y su apéndice, la TV. Además me angustia porque tiendo a tomar partido por uno y otro bando, alternativamente, a medida que avanza la historia. De niño vi algunos episodios de la serie para TV, “Combate”, de la que sólo recuerdo al sargento Saunders (Vic Morrou, un judío del Bronx con ascendencia muy probablemente rusa, por su apellido real, Morosoff). Tuve soldaditos de plástico, pero siempre acababa montándolos en caballitos fingidos para pelear con indios, también de plástico, y derrotarlos… resabios mestizos de mi pasado genocida cuando la colonización española/portuguesa, y de otra serie de TV “El llanero solitario” con algunos indios malos y un indio “Tonto”. La verdad, si he de asistir a guerras literarias o cinematográficas, prefiero las de época, donde la tecnología bélica más sofisticada es el cañón de bronce, o el fusil de un tiro con municiones de “sebo” de la Guerra de Reforma, de las que se burlaba el cacique norteño y general Jerónimo Treviño Leal durante la Revolución (“También matan”, decía). Y bueno, sí disfruto las guerras SciFi, porque las armas son inverosímiles e improbables. En cualquier caso, en la ficción se mata a personajes no a personas. Tal vez por estos antecedentes me revolvió el estómago y me arrasó los ojos un video largo e hipnótico, en “redes”, donde un enjambre de aviones rusos ataca a un aeropuerto ucraniano burlando la artillería antiaérea. Con un fondo estresante de sirenas de alarma, no sólo veía la devastación del aeropuerto y los aviones estacionados (gringos, recién desempacados), además asistí al desplome de un avión ruso y al estallido en el aire de un helicóptero ucraniano. La fascinación de la escena mudó en horror al pensar que en ambos casos ¡había gente adentro! Mi imaginación, que es muy voluntariosa, reprodujo ambos hechos y me describió sus resultados, no en los artefactos sino en los cristianos que había dentro. Aquel video no era una reproducción teatral, ¡era un hecho!, la realidad brutal y estúpida de la guerra. Vaya manera en la que el mentado “algoritmo” se empeña en causar horror y terror a la vez. De paso, polarizarnos.

La guerra en Ucrania es sólo uno de los frentes abiertos, más bien heridas, que desangran al mundo. Georgia estuvo a punto de convertirse en otra Ucrania pero repentinamente el propio gobierno mandó al archivero la posible anexión a la Unión Europea. Si bien la propuesta estaba planchada por ambas partes desde hace tiempo, el gobierno georgiano decidió no precipitarse ante las “condiciones” que le impone la UE que, en pocas palabras, hipotecarían su soberanía, sobre todo en lo político y lo económico. En Corea del Sur también se caldean los ánimos. El presidente Yoon Suk-yeol decretó una ley marcial que, detrás de cualquier justificación, no logra esconder la intentona de golpe de estado contra un parlamento controlado por la oposición, una oposición mucho más seria que la mexicana. No falta quien vea detrás de todo la mano larga de Washington que declaró al respecto con insólita cautela. Aunque el presidente surcoreano aceptó cancelar el decreto en acuerdo con su gabinete (si esto es verdad, a estas horas debe estar cancelado), la tensión política y social generada es irreversible; más si se considera la reunión urgente de la cúpula militar y el estado de alerta impuesto en el ejército. Es inevitable incluir en este ataque de nervios global, el genocidio desatado del sionismo contra los palestinos y la no tan casual contaminación de violencia en Líbano y Siria. Un “armagedón” apocalíptico en toda forma. Juan de Patmos se quedaría mudo ante esta funesta fotografía.

Así las cosas. Pero, como dice el dicho: “Éramos muchos, y parió la abuela”. En América no somos ajenos a los conflictos mundiales. En una economía globalizada, con todo y distancias, es difícil no acusar de recibo aunque sea de un poco de zozobra, sea por simpatía, sea por empatía. En nuestro caso particular estamos más comprometidos. Tenemos como vecino y principal socio comercial al país más injerencista de la historia y tal vez el que más guerras ha causado. Como cereza de este nauseabundo pastel, el 20 de enero asume la presidencia de Estados Unidos un enemigo declarado de México. Yo creo que Donald Trump, no tan en el fondo, sí tiene el lúbrico sueño de invadir a México. Después de todo no haría sino reivindicar un plan que diseñaron los “padres fundadores” desde el siglo XVIII. El problema es que, a estas alturas, tendría que destruirse primero el entramado geopolítico y económico que mantiene unido al planeta. Esa frágil tela de araña en la que vivimos atrapados. Es muy interesante que los vendepatrias mexicanos no se ahorren caravanas y halagos para Trump. Parece no importarles que asumirá la presidencia y, además, con una sobrerrepresentación legislativa, como la que tanto impugnaron en nuestro Congreso de la Unión. Tampoco les inquieta las medidas que desde ya promete y el gabinete que propone, lo que es un indicador exacto de que durante su gobierno se minará la democracia estadounidense, se dará reversa en muchos derechos humanos y se neutralizarán los contrapesos que mesuran el poder presidencial. La obnubilada senadora Lilly Téllez, que cada vez que puede califica a la presidenta Sheinbaum como autoritaria, parece no notar que Trump, además de misógino, es gerencialmente autoritario, rozando peligrosamente lo dictatorial. Y así la pandilla de rezanderos de la santísima trinidad gringa: Trump, Trump y Trump. Si hay alguna duda del perfil de este sujeto, notar que no ha asumido la presidencia, ¡y ya gobierna! Cada hociconeada de Trump conmociona, ya sea el T-MEC, la UE, el BRICS+, la OTAN y, en general, la paz. Son apenas amenazas, habladas, pero ya han generado acciones bastante reales y trascendentes.

Donald Trump no es un tipo agradable. Me desalienta que se dé tanto valor a las palabras de alguien tan nefasto y, en cambio, las de líderes conciliadores, compasivos y positivos sean ignoradas. Ha prometido terminar con la guerra en Ucrania en un solo día. Esto parece esperanzador pero, ¿a qué costo? La exigencia del dictador ucraniano de integrarse a la OTAN parece irreductible, pero el Washington de Biden no apoya eso por ahora, y en el pasado Trump tampoco. La negociación propuesta con Rusia no es aceptable, porque implica dividir a Ucrania en dos, con una parte “europea”, “occidental”, bajo el control de la OTAN. Un “in pace” para que Zelenski rearme su ejército y contrate mercenarios, porque las deserciones son elevadas y la leva forzada ya no tiene mucho de dónde secuestrar… Sí, la población ucraniana bélicamente capaz está diezmada. Trump tiene ante sí un escenario urgente, tal vez tenga que “hociconear” otra vez para alargar el conflicto hasta que pueda negociar oficialmente con Vladimir Putin. Por ahora, Putin ha sido enfático: no aceptará de Ucrania nada menos que una capitulación. La velocidad el avance ruso, la destrucción de activos militares y rutas de suministros, parecen indicar una derrota para Zelenski. Esto debería ilustrarnos a todos sobre la guerra. Si eventualmente Rusia derrota a Zelenski, quien sufre desde ahora la verdadera derrota es la gente de Ucrania. Es lo mismo en esa otra guerra despiadada que llamamos “política”, donde la “oposición” quiere ver derrotado al gobierno mexicano. Por cierto, todavía estoy esperando las pruebas de que soldados norcoreanos pelean para Rusia en el frente noreste. Los propios voceros ucranianos han manejado cifras contradictorias que van de cien mil soldados originalmente a 20 mil después. No hablemos de que en el territorio ruso existen amplias zonas de etnia oriental. Y esta fue la razón para que Estados Unidos e Inglaterra autorizaran a Zelenski el uso de misiles ATACAMS y Storm Shadow. Sin contar el misil “Oréshnik” ruso, que todavía es experimental, los misiles “Iskander” y las “ZALA Lancet” han bastado para que esa ofensiva ucraniana se convierta en defensiva y con frecuencia en retirada. Estados Unidos e Inglaterra sólo lograron enfurecer al oso ruso.

La guerra en Ucrania y Medio Oriente parecen lejanas. Pero hay otras guerras, también fatales y devastadoras, que nos involucran. Trump, que parece más un jugador de poker que un mandatario, pone una espada de Damocles a dos socios comerciales amenazando con sanciones económicas. A México le promete además crear campos de concentración para deportaciones masivas. En ningún caso tiene razón, en ambos casos marca una ruptura que será un gran golpe para la economía de los tres países, y engendrará rencores irreparables. El ingenuo primer ministro canadiense Justin Trudeau, se vio muy comedido (en mi rancho le llamaríamos “culipronto”) al ir en persona a lloriquear a Mar-a-Lago ante el pope de la ultraderecha gringa. Como decía mi abuela “Fue por camisa y regresó remendado”. Una visita humillante tanto por hacerla como por sus resultados. A ver qué secuelas incómodas le reporta a Justin dentro del Partido Liberal que dirige. No creo que Trump sea inteligente, más bien es astuto, y sabe ser pragmático. La cena con Trudeau le debería convencer que le reportaría mejores resultados llevar una relación cercana y respetuosa con la presidenta Sheinbaum. Alguien con quien puede negociar sin subterfugios y en quien puede confiar. No es fácil encontrarse con una verdadera estadista, y si se le encuentra, no hay que desperdiciar esa fortuna. La doctora Sheinbaum no le será servil, pero sabe que ella sí tiene palabra y que, sobre todo, representa la dignidad de todo un país.

Ceterum censeo… La amenaza de Trump de cargar contra el BRIC+ con exorbitantes impuestos es otro “tiro en el pie”, pero de todos. Aparentemente trata de defender al dólar como moneda de cambio internacional. Primero que nada, los países del BRICS+ no son economías alternativas sino potencias económicas. Estados Unidos, en cambio, tiene una economía temblorosa y una enorme deuda; tan es así que los pavoneos rusos en Ucrania han expuesto sus debilidades armamentistas. Inglaterra ya lo notó e incrementó su presupuesto para defensa. Si Trump boicotea al BRIC+, estaría entrando en otra guerra tan devastadora como la militar, porque uno de los propósitos de estos países, que también son potencias agrícolas, es la seguridad alimentaria, eliminar la especulación de mercados en el comercio en alimentos. No lo han logrado todavía, pero siguen esa ruta, y una de las condiciones necesarias es sacudirse la dictadura comercial del dólar a favor de divisas locales. ¿Defender al dólar a costas del hambre de millones de personas? Ya se ha estado haciendo durante años, y a nadie le gusta. ¿Morir de hambre o por una bala? No es difícil decidir.

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