“Yo no olvido el año viejo…”
Tony Camargo
Y aquí estoy, como cada año desde hace mucho, enfrentando la blanca cuartilla para intentar plasmar un balance del año que concluye y una esperanza para que el llega.
El 2024 no ha sido malo, pero en mi caso particular por condición propia de la edad me ha tocado muchas fibras sensibles al llevarse personas especiales y cercanas, amigos entrañables de distintas épocas, algunos contemporáneos y otros no tanto, que nos ayudan a entender la fragilidad de la permanencia en el plano terrenal y que todo en la vida tiene un principio y un fin.
Duele ser el cronista de hechos así, duele el tener que escribir esas historias. Sí, soy periodista y a diario convivo con hechos violentos, pero cuando se trata de tus afectos la cosa, por muy profesional que quieras parecer, es distinta.
Y seguimos aquí y por ello, y por quienes nos acompañan en nuestro caminar, debemos secarnos las lágrimas, alzar la cabeza, recordar a los que se fueron con una sonrisa y seguir adelante, intentando vivir la vida de la mejor manera posible.
Hoy, al sonar las 12 campanadas, brindaré por la vida y alzaré mi copa al cielo para recordar a todos aquellos que se nos adelantaron este año y durante todos los años anteriores.
Hago votos porque el espíritu de fraternidad que hoy inunda al mundo, permanezca durante todos los días del próximo y los siguientes años; que no ocupemos que sea 31 de diciembre para desear buenaventura, que lo pensemos y hagamos realidad todos los días y que disfrutemos al máximo esta hermosa aventura de vivir la vida, en este tiempo, en este mundo y con esta gente.
¡Felicidades y lo mejor para el 2025!