Ahí viene el lobo, o cómo transitar de una fábula atribuida a Esopo a una política de estado.
Los que dedicamos cualquier esfuerzo e instrucción a observar nuestro entorno y escribir alguna opinión crítica sobre del, desde noviembre pasado nos hemos dedicado a advertir sobre una acechanza grave que sobre México se cierne y que se llama Donald Trump. Adelantado en términos y persistentemente, Trump ha adelantado su plan de vuelo como presidente de los Estados Unidos, traducido a medidas ejecutivas concretas y sorpresivas.
De esa manera, las advertencias sobre la inmediata expulsión de migrantes hacia nuestro territorio, los aranceles a toda exportación nuestra hacia el Norte o el cambio de nombre al Golfo de México, han sonado a bote; pero han sonado.
Contrario a lo que la razón dicta, la señora Presidente Sheinbaum se ha dedicado a batear todas las bolas bobas que Trump le ha pitchado. La más reciente, en su rollo mañanero, demostrando con palos y bolitas (para el caso, con cartografía explícita) lo que un día antes dijo su empleado Marcelo Ebrard: dentro de 30 años seguiremos llamando al Golfo de México de la misma manera, así como seguimos nombrando al Mar de Cortés aunque oficialmente sea hoy el Golfo de California.
Los opinantes de corazón nos hemos dedicado a advertir sobre el lobo que se nos va a aparecer el 20 de enero -por la tarde- cuando Donald Trump haya tomado posesión. Que si el inmediato indulto a los pelafustanes que tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2018, que si la masiva expulsión de braceros de regreso a sus michoacanes, pueblas o zacatecas queridos, que si una parvada de drones en busca de todos los talibanes mexchicas del narcotráfico para matarlos en caliente.
Mientras, observamos que la señora Presidente de México propone una nueva nomenclatura que lo que el mapa añejo llama “América Mexicana”. Históricamente es irrefutable; lamentablemente, la política y la historia sólo se tocan de vez en cuando.
Cantaría Juan Gabriel: ¿pero, qué necesidad? ¿De qué resquicio de la inseguridad de nuestros políticos sale el instinto machista de comprar cualquier pleito que nos ofrezcan? Nos puede ir peor. Porque, como en el dominó, la señora Sheinbaum dice: en el caso de Venezuela, paso. Todo ello bajo una misma premisa: ahí viene el lobo.
Pero resulta que no; el lobo ya está aquí.
Mañana viernes toma posesión ilegítimamente como presidente de Venezuela, de nuevo Nicolás Maduro. Y el primer torpedo a la línea de flotación de la cacareada popularidad de doña Claudia es el aval que al dictadorzuelo le da la presencia del estado mexicano -así sea en la persona del embajador en Caracas- en la ceremonia de mañana en la que Maduro tomará posesión de algo que ya tiene, aunque se le esté desmoronando entre los dedos: el poder en Venezuela. Edmundo González, quien según toda evidencia accesible le ganó las elecciones a Maduro, llegó hasta las puertas de su país para pretender tomar posesión de su cargo, con un amplio apoyo latinoamericano, según lo que sabemos.
Si Edmundo González, vía Copa Airlines o el jet que se llama Trump y que llevó al hijo de este güey a Groenlandia “de paseo” llega a Venezuela, la cosa puede ser trágica innecesariamente. Los grupos del gobierno y de los ciudadanos tienen programadas manifestaciones masivas. Puede haber muertos. Sin importar que Edmundo González tenga un amplio soporte local y una solidaridad internacional amplia.
Ni tan amplia. Ganado las elecciones como parece, González tuvo que ir con su sinfónica a otra parte. España, en este caso.
A la señora presidente Sheinbaum se le quemó, a temprano término, el arroz diplomático. ¿Reconocer a un mando espurio, avalándolo con la presencia de un representante oficial de México en la toma de protesta?
No sería la única dictadura contemporánea avalada por el Estado mexicano. Al represor presidente de Cuba le dimos (¿y yo por qué?) el Águila Azteca. El presidente de Panamá tuvo mejor respuesta a la balandronada: el Canal es de los panameños. La primer ministra de Dinamarca, semi-dueña de Groenlandia, que Trump quiere comprar, se lo dijo muy claro: Groenlandia no está a la venta.
Y, ¿nosotros qué? más de lo mismo en una débil actitud, que equivala a escala mundial a un abrazos no balazos. El sí, pero no.
El discurso de nuestra nueva administración suena flaco, porque se inspira en el miedo que, como la naturaleza nos enseña, provoca la inevitable llegada del depredador. Lo que hay que gritar, a diferencia del pastor mentirosillo: no es que ahí viene el lobo:
Ya está aquí.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no me dejan entrar sin tapabocas): El demente que va rumbo a la Casa Blanca puede sacarse de la manga el estado de excepción o de emergencia económica. Declarar la emergencia económica en los Estados Unidos allanaría el camino al estado de excepción y una situación en que por territorio mexicano los soldados de Estados Unidos pasen como Trump por su casa.