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La Tierra es plana

Andaba yo en la depre por la histeria mundial que está causando el inminente mandatario convicto estadounidense, el tal Donald. En esas circunstancias, me pareció más oportuno refugiarme no en la Fe sino en la Filosofía. Se me ocurrió husmear en los clásicos, y ahí me tienen leyendo el Fedón platónico, donde dice lo que dijo Sócrates antes de morir. No sé cómo hizo Platón para consignar con tanto detalle los diálogos de su maestro, y en este caso la charla con Fedón de Élide. Hay tema para los arqueólogos para descubrir rastros de una taquigrafía platónica, y para los “teóricos de los antiguos astronautas” para demostrar que Platón usó una grabadora de bolsillo. Las teorías descabelladas siempre jalan el hilo del misterio con los dedos de una imaginación artrítica. Leyendo el Fedón, noté algo que ya había leído hace mucho y varias veces pero que siempre pasé por alto. Sócrates, que no sabía nada ergo sí sabía todo, se refiere a la Tierra como una “pelota de viento”. ¡Que que qué! Y ¿qué es una pelota de viento. Pues eso, una pelota. Esto es, una esfera rudimentaria hecha con la vejiga inflada de un cerdo. Como el tema del alma inmortal, la transmigración y esas cosas metafísicas me parecieron más deprimentes que Trump, mejor atendí a la esfericidad de la Tierra, cuya negación a favor de la Tierra plana se ha achacado a un supuesto oscurantismo medieval. Resulta que no, que fue el escritor estadounidense (¡Faltaba más!) Washington Irving el que imaginó un debate entre Colón y supuestos teólogos terraplanistas en su descuidada biografía del almirante. Falso de toda falsedad, porque ni en la Edad Media ni en la antigüedad Clásica eran tan bobos para ser terraplanistas. En todo caso, se malinterpretó el anti-antipodismo de algunos santos teólogos. Pero el escritor sembró la duda y empoderó a la ignorancia, tan actual, tan vigente. Es como si creyera que mi varita de la Casa Gryffindor sirve para algo más que rascarme la espalda. Todo esto me huele a primitivas “fake news” y rudimentarias pero efectivas teorías conspirativas. Un mundo desfigurado con engaños desde donde se entiende menos la vida, la interacción con los demás, y a nosotros mismos.

Hablando de engaños, no sé si el ya delincuente convicto y todavía presidente electo de Estados Unidos sea terraplanista. No lo creo, o más bien creo que adaptará sus creencias de acuerdo con sus conveniencias. Se ve que miente como respira, ¡y vaya que resopla! En una reciente dinámica de análisis en TV sobre Trump, me di cuenta que en el fondo no se analizaba tanto a Trump y sí se evaluaba al régimen mexicano. Sí, con el argumento de la certeza jurídica se volvía a poner sutil y ladinamente en entredicho a la administración pública, y a la reforma al Poder Judicial pero no a su corrupción aún activa. Habría que poner en la mesa, ya que Trump era el verdadero tema, la forma como Trump y sus secuaces intervienen en el sistema judicial estadounidense. Tanto así que hace poco una jueza de Florida, nombrada por Trump en su primer mandato, dictaminó por tercera vez a favor de él a pesar que cada vez estuvo impedida legalmente para hacerlo. El más puro estilo del Poder Judicial mexicano y sus amparos. Ya no estoy seguro si los gringos copiaron esa estrategia al “Cártel de la Toga” mexicano, o si éste es sólo una franquicia adquirida por la ministra Piña y sus secuaces. Nos asombramos de la treintena de cargos que arrastrará Trump como convicto durante toda su vida, pero son minucias comparados con otros procesos que se le siguen por otros presuntos delitos, y que podrían quedar en el tintero de los jueces una vez que el acusado asuma la presidencia… o por lo menos quedar en pausa. Estados Unidos, el arcángel de la Democracia, llevó al poder a un delincuente, a un estafador, a un fascista, a un mentiroso compulsivo. Está visto que hasta un donnadie como yo podría ser presidente allá… o como Elon Musk.

Abundan las teorías conspirativas que desatan las declaraciones de Trump, la mayoría más verosímiles que el terraplanismo. Su incontinencia lo pinta de cuerpo entero. No se podría hacer una pelota de viento con su vejiga, no retendría el aire (y no me refiero a la leyenda de sus pañales): chantaje con aranceles contra sus socios comerciales en América y Europa, deportaciones masivas, amenaza de “intervención” en México, amenaza militar contra Panamá y Dinamarca, “invitación” a Canadá para anexarse a Estados Unidos, cambio de nombre al Golfo de México… más lo que se acumule en este magno sorteo de bravatas. Me encantó la propuesta de la parlamentaria canadiense Elizabeth May. Dizque en broma, sugirió que California, Oregon, Washington, Maine, Nuevo Hempshire y Vermont, hicieran un referéndum para decidir su anexión a Canadá. ¿Qué les ofreció? Seguridad, educación, servicio médico… cosas, derechos que a Trump no le interesan ni puede ofrecer. Mucho ruido en tanto se procesaba una treintena de cargos en contra de Donald y se intentaban publicar las investigaciones por otros cargos. Si no hay tropiezo legal (Suprema Corte gringa), a estas alturas ya debe estar publicada o a punto de publicarse la parte de esas investigaciones que trata sobre interferencia electoral en 2020-21 (casi golpe de estado), al menos para uso y evaluación de los legisladores. Sí, Donald Trump tiene procesos pendientes, federales y estatales, directos e indirectos. Pero detrás del escándalo hay cosas muy inquietantes. El estridente neocolonialismo de Trump sí es peligroso. Es como tentarle el agua a los camotes a ver cómo reacciona la comunidad internacional. La única “grandeza” que puede ofrecer Trump es la territorial. Peligroso, porque no hay manera de conseguirla, sólo por la fuerza de las armas. Más que alarmante es el contexto que se prepara especialmente para el ejercicio presidencial de Trump: chantaje económico a la Unión Europea, apoyo a vendepatrias latinoamericanos, intervención de Elon Musk para llevar al poder a la derecha en el Reino Unido y al neonazismo en Alemania, debilitamiento de la OTAN, sospechosa disposición al diálogo con Rusia… Trump, que no es Trump sino una legión de oligarcas, parece que intenta revertir el orden mundial actual para reescribir las reglas del consenso internacional muy a la manera del siglo XIX. El ser humano reducido a un factor económico, a un número. No es por alarmar, pero me recuerda tanto a san Juan de Patmos, su Apocalipsis y su Bestia 666.

Aunque la dignidad no es importante para un patán, en México, la presidenta Sheinbaum ha respondido a Trump con firmeza y sentido del humor. Quedó claro lo de los aranceles. Quedó claro lo del Golfo de México. Quedó claro lo de los cárteles de narcotraficantes mexicanos y las armas gringas. Quedó claro lo de las deportaciones masivas. Pero no les ha quedado claro a los estadounidenses que tan sólo la operación de deportación masiva costará miles de millones de dólares que ellos van a pagar, no nosotros. Y eso es sólo para empezar, porque todavía habrá que sumar que el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU) no tiene suficiente personal para esa operación y habrá que distraer fuerzas militares y de seguridad para ejecutarlo. Esto sin contar la miríada de casos de migrantes que apelarán en tribunales (lo hacen ya) y que implica más personal y más recursos públicos. Ni hablemos de la próxima temporada de cosechas. Ya veo a Donald, a Elon, a Rubio, y a los “marines”, con sombreros de paja y pizcando tomates. El proyecto de gobierno que prefigura Donald Trump para Estados Unidos no puede realizarse sin la agresiva intervención del aparato militar. Eso nos da un respiro, por lo menos hasta que los militares gringos terminen de apoyar en las deportaciones y en pizcar tomates. Y eso no se logrará en cuatro años.

Yo no sé si seguiré vivo de aquí a cuatro años, cuando tal vez termine la maldición apocalíptica de Trump. Nadie tiene esas certezas. No sé si en verdad todo esto apunte hacia un feudalismo económico reemplazando al capitalismo, y a asambleas de notables reemplazando a los gobiernos. Revisando el estado de cosas, el cambio climático, los desastres naturales y las declaraciones políticas estúpidas y/o cínicas, como que me estoy inclinando un poco hacia la teoría del terraplanismo. Ahí está Trump, muy hacendoso, planchando diligentemente al mapamundi. Pero lo que me convence más de que la Tierra puede ser plana es que, cuando nada mundano tenga sentido, si no toda la Tierra, por lo menos la tierra debajo y sobre nosotros sí será plana. En estos momentos hay demasiada confusión mundial y todo indica que se pondrá peor. Este planeta ya no es una melodiosa esfera pitagórica, es una vieja vejiga desinflada. Creo que repasaré otra vez el Fedón, a ver si Sócrates, Platón o Fedón, sugieren cómo cerrar la puerta a la transmigración y a la inmortalidad del alma. En un mundo así de demente, ya no valen la pena.

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