Me da la impresión que Yahvé no eligió bien el barro con el que creó a Adán y Eva, ese lodo estaba muy contaminado. El fruto del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal no era la proverbial manzana. ¡Somos nosotros ese fruto!, una manzana dulce y tierna, pero con veneno en el corazón. Pensé en eso cuando asumí, con pena, la fascinación que ejerce en hombres y mujeres el espectáculo de la guerra. Me pillé repasando detalles de la guerra de drones en Ucrania, la torpe ofensiva ucraniana en Kursk, el cerco ruso a Pokrovsk, la ratonera de Velika Novosilka. Me avergoncé viendo el rastro genocida que deja Israel en Palestina. Me estremecí escuchando cómo el detestable Donald Trump y su secuaz Elon Musk, culpan a sus opositores políticos de los incendios en California y condicionan la eventual ayuda que el gobierno federal estadounidense debe proporcionar… Una guerra también, sin armas pero con miles de víctimas. Luego, por tortuosa asociación, me vino a la mente un personaje estadounidense hoy poco conocido pero que en su tiempo fue popular y muy respetado, el Major-General Smedley D. Butler (general de división/ republicano), alias “Old Gimlet Eye” (viejo mirada de taladro), un infante de marina que cumplió con su deber pero que al final entendió las causas de las guerras, quiénes gozan de su usufructo, y que las víctimas no sólo son los derrotados, también los vencedores. “La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera”, escribió.
El general Buttler cosechó un montón de medallas, dieciocho, en sus acciones en tres continentes y un puñado de países. Sobre su carrera militar, dijo: “Tengo el sentimiento de haber actuado durante todo ese tiempo de matón altamente calificado al servicio de los grandes negocios del Wall Street y sus banqueros. En una palabra, he sido un pandillero al servicio del capitalismo. De tal manera, en 1914 afirmé la seguridad de los intereses petroleros en México, Tampico en particular. Contribuí a transformar a Cuba en un país donde la gente del National City Bank podía burlar tranquilamente los beneficios”. Y así en países como República Dominicana, Nicaragua, Honduras, China… Mr. Buttler desglosó sus argumentos en un texto extenso que llamó “War is a racket” (La guerra es una estafa). En su texto, Mr. Buttler cita, no sé con cuánta precisión, los dichos de un delegado europeo para convencer a Estados Unidos de entrar en la Primera Guerra Mundial, de la que ya se recibían ganancias económicas. El diplomático diría: “No tiene sentido seguir engañándonos a nosotros mismos. La causa de los aliados está perdida. Ahora les debemos a ustedes cinco o seis mil millones de dólares. Si perdemos, y sin la ayuda de Estados Unidos debemos perder, nosotros, Inglaterra, Francia e Italia, no podremos devolver ese dinero… y Alemania no lo hará”. Un argumento contundente y convincente en el posible caso de que el gobierno de un país estuviera controlado por magnates codiciosos, la norma neoliberal.
Poco antes de que el demócrata Franklin D. Roosevelt ganara y asumiera la presidencia, hubo una gran movilización popular. Veteranos del ejército exigían el pago de sus servicios y sacrificios en el campo de batalla. Eran alrededor de 17 mil veteranos que con sus esposas e hijos, además de organizaciones civiles de apoyo, sumaron más de 40 mil almas que acamparon en Washington D.C. El presidente republicano Herbert C. Hoover se dio golpes democráticos de pecho y ordenó la movilización militar para dispersarlos. La violenta represión fue el 28 de julio de 1932 y estuvo comandada por nombres hoy muy conocidos: Douglas McArthur, George S. Patton y su caballería mecanizada, Dwight D. Eisenhower… Tanques, caballería, bayonetas y gases arseniosos contra veteranos y civiles. Esta movilización se conoce como “Bonus Army”. Por supuesto, el Major-General Buttler apoyó a los veteranos, pero no pudo defenderlos de un ejército que atacaba a miembros del propio ejército. Una protesta de tono civil y civilizado tratada como si fuera un intento de golpe de estado. No fue el origen pero sí estimuló a Mr. Buttler a continuar con sus discursos contra los magnates de la guerra; aun siendo republicano, apoyó la campaña de un demócrata a la presidencia.
Apenas completaba Roosevelt sus primeros cien días de gobierno, cuando otro escándalo sacudió a Estados Unidos. El Major-General Buttler denunció ante el Comité Especial de Actividades Antiestadounidenses (Cámara de Representantes) que un grupo de magnates lo había contactado para encabezar a un ejército de medio millón de activos para derrocar al presidente y tomar su lugar como dictador. ¡Este sí un intento de golpe de estado! El “contacto” de Buttler sería Gerald C. MacGuire, un miembro de la American Legion y empleado de Grayson M.P. Murphy, financiero asociado al legendario avaro John Pierpont Morgan, alias JP Morgan (General Electric Company, Federal Steel Company, U.S Steel, International Mercantile Marine Company, y así). Habrá que apuntar que la American Legion fue una organización estadounidense de corte fascista, incluso Benito Mussolini fue miembro honorario. Resulta que Mr. Buttler fingió interesarse por la propuesta, según él para identificar a los magnates que estaban financiándola. Al final, siempre según Buttler, se deslindó ante MacGuire diciendo más o menos. “Si consigues que esos quinientos mil soldados propugnen algo que huela a fascismo, conseguiré quinientos mil más y te daré una paliza, y tendremos una verdadera guerra en nuestro propio país”. Y por supuesto, delató el presunto intento de golpe de estado contra Franklin D. Roosevelt. El tercer intento de golpe de estado federal en Estados Unidos, tras casi 150 años de calma; como los anteriores, fracasó. Claro que no fue el último… El más reciente culminó en otro fracaso, el 6 de enero de 2020, cuando se intentó impedir que Joe Biden asumiera la presidencia para imponer a Donald J. Trump. Un fracaso temporal en vista de que a partir de este 20 de enero se habrá convertido en una victoria muy creativa y con un indiscreto tufo a fascismo. Comprensible cuando una democracia abúlica no busca perfeccionarse sino sólo cambiar de líder. Lo vivimos en México durante décadas, y siempre estamos en riesgo de volver a vivirlo.
Aquel llamado “Business Plot”, no tuvo más consecuencias que el escándalo y alguna sospecha por la repentina muerte de MacGuire. La comisión legislativa e incluso el propio Roosevelt hicieron prestidigitación para que ningún presunto implicado compareciera: el abiertamente pro fascista Irénée du Pont I (no confundir con su esposa-prima Irene Sophie du Pont) y John J. Raskob, del emporio DuPont de Nemours, Inc; Grayson M.P.Murphy, de Goodyear, Bethlehem Steel y “capataz” de bancos de JP Morgan; Robert Clark, banquero de Wall Street; John W. Davis, abogado de JP Morgan… El New York Times negó y hasta se burló del presunto complot, lo mismo la revista Time. Así se manejó un tema muy grave llevándolo a la cancha de simple chisme por medio de inacción legislativa, omisión presidencial y la parcialidad de la prensa. El Major-General Buttler pasó de patriota a lo que hoy conocemos como un alucinado teórico de conspiraciones. Pero como pasa en cualquier teoría “consparanoica”, la duda se siembra, y a veces germina en tiempos y lugares insospechados como ahora en Mar-a-Lago. Eso sí, Trump no rivaliza en millones contra aquellos magnates presuntos conspiradores de los años 30, pero sí los supera en infamia y cinismo.
En las supuestas pláticas con Buttler, MacGuire, haría declaraciones que, hayan sido dichas o no en verdad por él, son muy representativas de la muy seria intentona golpista:
“Sabes que el pueblo americano se lo tragará. Tenemos los periódicos. Comenzaremos una campaña de que la salud del presidente (Roosevelt) está fallando. Todo el mundo puede darse cuenta con solo mirarlo, y el estúpido pueblo americano caerá en la trampa en un segundo…”
“Necesitamos un gobierno fascista en este país… para salvar a la nación de los comunistas que quieren derribarla y arruinar todo lo que hemos construido en Estados Unidos”.
No sé si el frío me esté congelando las entendederas y ya alucino con marcianos verdes, illuminatis y reptilianos, pero estas palabras suenan muy parecidas al sustento poco discreto de otras que ya hemos escuchado en México durante los recientes seis años. No está de más recordar aquellos hechos y al Major-General Buttler ahora que Estados Unidos estrena un gobierno en donde los grandes capitales desplazan a los políticos; donde la amenaza silencia al diálogo; donde el autoritarismo pretende legitimarse con palabras como libertad o democracia, pero sin libertad ni democracia; y además, en donde por encima de la lealtad institucional, que nunca debe ser absoluta sino rigurosamente crítica, se exige la lealtad absoluta al líder… ¡Qué curioso! Igualito que en una dictadura y en las ilusiones del fallido y presuntamente fantástico “Business Plot”. Interesante evolución de los golpes de estado ahora como golpes de pecho “libertarios”, genuflexiones y doblez de corvas.
Finalmente, una frase del héroe de guerra, el Major-General Smedley D. Buttler, muy apropiada para estos tiempos: “So… I say, To well with war!”
