(Un acercamiento a las viñetas de Alberto Montt)
En mi computadora con frecuencia “bajo” a mi “escritorio”, imágenes o fotos que me gustan al ir por ahí en mis trabajos y mis días, las conservo un tiempo y luego llega el momento de “tirarlas”, pero algunas se mantienen en mi ánimo y esas, cuando “limpio” el escritorio -allá de vez en cuando- esas que persisten las colecciono en diversos folders o las comparto en las redes sociales.
Esta mañana comencé a limpiar este escritorio en la pantalla, y estoy a punto de crear un nuevo folder para las viñetas de Alberto Montt, quien es ya un referente entre lectores y espectadores latinoamericanos cuya filia por sus viñetas va convirtiendo en adictos… o sea, yo me estoy convirtiendo en otro de sus fans. Veo y reveo, leo y releo ciertas singulares viñetas sobre las que estoy a punto -también- de hacer algunos apuntes y compartir algunas de ellas con mis cuatro lectores.
Pero antes veamos un poco quién es Montt. Es un chileno nacido en Ecuador. Expone su arte en un blog llamado En Dosis Diarias que además aparece en diversas publicaciones sudamericanas, pero igual su difusión ha cobrado fuerza en plataformas digitales.
Ha publicado algunos libros, incluida una novela gráfica. Ha destacado como diseñador gráfico por su singular ingenio para plasmar crítica social y metáforas de la vida diaria.
Montt se inició como monero desde pequeño y nunca ha dejado de dibujar. Desde sus inicios compartió ilustraciones para infantes, pero su universo para adultos es muy rico. No tiene una temática fija, así que podemos decir que es la vida diaria la que plasma en sus viñetas. Nada escapa a su exposición del mundo.
Lo he venido disfrutando desde hace años, y si bien su material es muy diverso -y sus composiciones igualmente son tan plurales, tan variopintas- ha sido una serie de viñetas en torno a la disputa entre cerebro y corazón que aparece cuando surgen nuestras relaciones amorosas.
Sobre ese debate interior que todos cargamos separé, por ejemplo, cinco dibujos que ordené conformando un relato.
Esta serie que llamó mi atención la comencé a coleccionar -sacándola de entre su trabajo- desde que descubrí las primeras dos viñetas de su tipo. Son combinaciones de arte y guión que me han gustado y entretenido: En apariencia son unos dibujos un tanto cándidos y sin embargo poseen un incisivo doblez.
“No se puede tener conciencia y corazón”, nos canta Bola de Nieve en ese bolero de Adolfo Guzmán titulado No puedo ser feliz. Pues, para mí, Montt con esa serie ilustra ese concepto existencial con mucho humor e imaginación. Va de una inesperada ternura al punch mordaz y al hacerlo nos deja en la reflexión. Montt pinta en sus viñetas ese trasfondo de la angustia: la certeza de que no se puede estar bien con Dios y con el diablo al mismo tiempo.
Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano, para comentarios: [email protected].
