Dallas, Texas – (Noviembre 3, día de las elecciones en EU). Llegó la hora. Este día se vota en las elecciones más cruciales en la historia reciente de este país. Bajo un clima de alta tensión los estadunidenses culminan los comicios para elegir a quien habrá de ocupar la Casa Blanca los próximos cuatro años.
Con la pandemia de fondo y con el marco de la crisis económica vemos un país fracturado, un país ideológicamente polarizado. Vemos un país temeroso de estallidos sociales. La violencia late detrás de las urnas. El enfrentamiento de Joe Biden contra Donald Trump echa chispas, y al paso de las horas aumenta la tensión, se presiente un corto circuito postelectoral.
Es la votación más copiosa que haya tenido lugar en decenios. Las dudas y los temores intoxican el ambiente. Se nos muestran los resultados de las encuestas con la ventaja -aparente- de Biden, pero no hay confianza en ellas, se les ve con recelo como si fueran espejismos.
Y encima hay plena seguridad de que esta noche no se perfilarán los resultados, el escrutinio definitivo será dentro de varios días, dado que hay votos emitidos por correo que no han llegado a su destino.
La incertidumbre impera en las calles, el fantasma de la violencia recorre al país, se oyen voces que alertan que posibles estallidos pueden suscitarse -de uno u otro bando- según el resultado de la votación. Más vale que haya un ganador claro para que la tensión no se libere en violencia.
Mire usted, para darnos una idea de qué tan cerca se ve un estallido social, enfoquemos lo que pasa en diversas ciudades a lo largo y ancho del país. La venta de armas se ha incrementado de manera insólita, pero la alarma se ve más clara cuando se sabe que son las personas que nunca han manejado o poseído un arma quienes las han estado comprando en las semanas recientes… el resto ya está armado.
Por otro lado, tenemos que, en los centros urbanos, en el centro de las ciudades, los negocios han tapiado sus ventanales por el temor de que durante las próximas semanas se desencadene la violencia. Por lo general eso lo vemos cuando en la costa se espera el golpe de un huracán. Hay quienes usan la metáfora de que se fragua la tormenta perfecta.
Muchas familias han estado haciendo acopio de víveres por si la violencia les impide salir a la calle. Hay empresas y edificios de vivienda que han contratado servicios de seguridad. Hoy entraremos a un impasse como si nos adentráramos a un obscuro túnel sin poder ver claramente la salida.
Las agencias federales de seguridad llevan semanas en estado de alerta. En las redes sociales el runrún de una especie de guerra civil resuena desde hace por lo menos un par de meses.
Esta pesadilla comenzó en el momento en que Trump agitó -sin fundamento- el bulo del fraude electoral. Luego se negó a decir que aceptaría la derrota pacíficamente en caso de perder. Al cerrar campaña, en el colmo, puso en duda la legitimidad del proceso electoral.
Entre la población hay desconfianza e incertidumbre por lo que se viene estos días, la inquietud aumenta porque Trump a cada oportunidad ha dejado claro su rechazo a reconocer su muy posible derrota. Ha llamado a sus seguidores a que se conviertan en vigilantes de las casillas electorales en un desplante que se suma al llamado que hizo durante el primer debate, en cadena nacional, cuando le envió a un grupo de supremacistas blancos el mensaje de que en ese momento retrocedieran y aguardaran.
O sea, sí, sí hay buenas razones para esperar lo peor porque es altamente probable que Trump sea derrotado. Esperemos que Biden gane de manera inapelable, de otra manera el traspaso pacífico de la presidencia se queda en el filo del despeñadero: más que una crisis constitucional, lo que podría precipitarse es una explosiva confrontación social.
¿Se irá?
Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano. Para comentarios: [email protected].